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Inestabilidad política en el Reino Unido

amenos de una semana para empezar las negociaciones con la Unión Europea, la primera ministra británica, Theresa May, acude a la mesa con un liderazgo debilitado tras las últimas elecciones. El apoyo de los unionistas irlandeses en el Parlamento de Westminster le puede salir muy caro a May. En las filas conservadoras, el batacazo electoral ha traído las primeras críticas a la líder tory. Hay victorias muy amargas y derrotas que saben a miel. Theresa May, primera ministra británica, y Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista y de la oposición, han tenido ocasión de comprobarlo estos últimos días tras los comicios electorales del Reino Unido.

May, veterana política, no vaciló en adelantar las elecciones con el claro objetivo de ampliar su mayoría parlamentaria y que ello le permitiese negociar con inequívoca autoridad las negociaciones para la salida de la Unión Europea (UE). Consciente de la supuesta debilidad de su principal adversario, el laborismo, varios factores la convencieron de la idoneidad del momento: escaso o nulo apoyo a Corbyn en los medios de comunicación, liderazgo discutido del líder opositor y unas encuestas nada favorables a los laboristas.

La convocatoria de nuevas elecciones no gustó demasiado a los demás partidos, pero Jeremy Corbyn recogió el guante que le lanzaba la primera ministra y se preparó para la lucha. Quizás en su fuero interno sabía que el resultado de estas elecciones serían fundamentales para seguir o no como jefe de los laboristas. Al líder europeo más escorado a la izquierda le salieron las cuentas y finalmente obtuvo 261 escaños para el Parlamento de Westminster, 29 escaños más que en 2015. Su rival, Theresa May, no solo no amplió su mayoría, sino que perdió trece valiosos escaños que pueden suponer a medio plazo el fin de su carrera política como jefa de filas de los conservadores.

El resto de las fuerzas políticas han transitado con más pena que gloria en estas elecciones, aunque es de reseñar el notable revés sufrido por los nacionalistas escoceses, que pierden 21 parlamentarios de los 56 con los que contaban. Este descenso en votos ha sido quizás la única alegría que se ha llevado la señora May. Aunque todavía en posición dominante, los nacionalistas del SNP tendrán que repensar los tiempos para pedir un nuevo referéndum sobre el futuro político de Escocia. También el UKIP, partido cuyo principal seña de identidad es el desprecio por las políticas europeístas, ha sufrido un enorme desgaste: no han logrado ni un solo parlamentario. A su líder, Paul Nutthall, le ha faltado tiempo para presentar su dimisión tras conocerse los resultados electorales. No hace falta ser un ducho analista político para saber que el partido conservador fagocita al UKIP en las elecciones más importantes, entre otras razones, porque pueden llevar las mismas políticas, pero sin tanta zafiedad y con menos griterío. El estilo también manda en política.

La afluencia a las urnas de los británicos en estas últimas elecciones ha sido más alta de lo habitual. Casi un 67% de la ciudadanía se ha acercado a las mesas electorales para elegir a sus candidatos. En una campaña dominada por el brexit y por los atentados yihadistas de Mánchester y Londres, los ciudadanos más jóvenes han tenido especial protagonismo. Según diversas fuente oficiales, se estima en un 70 o 75% el número de jóvenes de 18 a 20 años que han votado. Los analistas coinciden en señalar que Jeremy Corbyn ha sido el más beneficiado por esta participación. Una de las promesas electorales del líder laborista que ha calado entre los jóvenes ha sido la drástica reducción del precio de las matrículas universitarias.

Otro de los factores a tener en cuenta en el resultado electoral han sido los medios de comunicación, en general muy poco favorables al candidato laborista, por no decir abiertamente hostiles. En el Reino Unido, los medios escritos no se esfuerzan en ocultar sus preferencias políticas; el candidato socialista no aparece entre ellas. Ni siquiera The Guardian, el medio más proclive a los laboristas, le apoya. La fama de perdedor de todas las causas justas le persigue en los medios. No es, pues, de extrañar que el líder laborista confíe la comunicación a otros medios alternativos más cercanos a su joven electorado. Corbyn sabe que su semillero de voto está entre los jóvenes urbanos que, como en otras partes de Europa, no ve su futuro de color rosa. Son estos mismos jóvenes los que parecen inexistente según el programa de Theresa May.

Quizás una de las respuestas al fracaso de la primera ministra esté en su campaña electoral. Aparte de no concitar grandes pasiones personales -algunos de sus compañeros de partido la consideran una mujer de trato áspero-, La Dama de Hielo, como le conocen algunos, parece no haber sabido hacer equipo con sus correligionarios. Pero Theresa May tampoco ha concretado cómo hará frente a las duras negociaciones que se esperan en el brexit; se ha limitado a pedir un voto que la fortalezca frente a la UE. Mucho pedir para dar tan poco.

Por contra y además, a gran parte del electorado no se le olvidó que cuando ella fue ministra de Interior recortó miles de puestos de trabajos en los cuerpos de seguridad, y Corbyn tampoco dejó pasar la oportunidad de atacarla duramente por esa reducción de efectivos cuando se produjeron los atentados.

A falta de una semana para empezar las negociaciones con la Unión Europea -muchos apuestan por un retraso en su comienzo-, el panorama político británico se presenta cuando menos preocupante.

La primera ministra está decidida a gobernar, pero con quién lo hará está aún sin resolver. Se apunta a los unionistas irlandeses del Democratic Unionist Party (DUP, Partido Democrático del Ulster) como respuesta y sus diez parlamentarios pueden ser una solución a corto plazo. Sin embargo, el conservadurismo rancio de los unionistas -opuestos al aborto, a los derechos de los homosexuales y negacionistas de Darwin- no será cómodo para sus aliados de Londres, que siempre han intuido la incomodidad de esa alianza.

Además, el apoyo de los unionistas no le saldrá gratis al nuevo gobierno conservador y evitar cualquier tipo de referéndum sobre la unidad de las dos Irlandas será una de las primeras peticiones del DUP al ejecutivo de May. Con lo que nadie asegura que los rescoldos de la violencia sectaria no se aviven otra vez en Irlanda del Norte.

La pesadilla de Theresa May puede estar a punto de empezar.