La expresión Ley Campoamor es un recurso retórico para denunciar que alguien hace una interpretación interesada de algo. Se basa en el célebre poema “Las dos linternas” de Ramón de Campoamor. (1817-1901) y que reza así: “En este mundo traidor nada es verdad, ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. Lo cierto es que el verso del poeta asturiano podría ser acusado de plagio, ya que la idea original la debió emitir William Shakespeare (1564-1616) dos siglos antes, que también fue copiada por el propio Calderón de la Barca (1600-1681) en su obra de teatro “La vida es sueño”. Seguramente el gallego Rajoy es un buen seguidor de su primo hermano nacido en Navia y sabe adaptarse a su filosofía cuando le conviene. Evidentemente después del 20J, a Mariano Rajoy le interesó multiplicar la especie de que los nacionalistas, especialmente los catalanes, eran unos seres con cuernos cuya principal obsesión era hacer añicos a España, fracturarla y vejarla. Los medios afines nos llenaron la cabeza día tras día con líneas rojas que se hacían por momentos más gruesas y groseras. El propio Fernandez Díaz y sus presuntos policías políticos se encargaban de pintarlas con trazo grueso, alimentadas por corrupciones o semicorrupciones, o nada de nada, pero que bien aireadas pudieran parecer algo. Durante los meses que transcurrieron hasta el 16J, el pobre Sánchez tuvo que sortear líneas rojas por deante y por detrás; por derecha y por izquierda; en el cielo y en el infierno. Lo curioso es que los barones socialistas se sumaron a la pintada, pasmando al candidato que no ha conseguido todavía sacudirse ese discurso. Pero es que resulta ahora, que el cristal político del Estado ha cambiado, y Rajoy ve a los soberanistas catalanes con ojos nuevos, donde el término líneas rojas se ha mutado por colegas o socios, incluso colaboradores de una España entera. Y no pasa nada, ni los socialistas se sienten engañados, ni los votantes. Solo se ha escandalizado Rivera, aunque no importa, porque apoyará de nuevo a Rajoy.