Si nada lo remedia vamos a tener que volver a votar. No es que me disguste hacerlo. A veces cuesta un poco decidirse pero, venga, es necesario. Pero, después de aguantar la campaña electoral del pasado año y soportar otros cuatro meses con todos los informativos entregados al minuto y resultado de las conversaciones o silencios entre los cinco políticos que recibieron más votos en diciembre, no me puedo imaginar otra campaña electoral. No, por favor. Qué empacho. Yo, y millones de personas, cumplimos nuestro contrato y metimos el papelito. Ahora, que cumplan los que pidieron el voto. Y si han demostrado que son incapaces de gobernar o dejar gobernar, igual tienen que cambiar de profesión. Parece que no quedan conejos en la chistera y los partidos ya engrasan sus maquinarias electorales mientras los medios de comunicación encargan sus encuestas. Es decir, vamos tener que votar sí o sí. Pero, y ¿si sale lo mismo? Muchos tememos entrar en una espiral sin fin. ¿Ganará alguien? Seguro que la abstención engordará porque muchas personas se sienten engañadas. Solo pido a Urkullu que las elecciones vascas sean a la vez. Que nos ahorre un trago. Puede que las estrategias de los expertos no lo aconsejen, que son distintas elecciones. Ya, pero los ciudadanos ya sabemos distinguir. Y somos más responsables que muchos de ellos.
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