Lenguaje sexista
Ayer en Twitter se reflexionó sobre el sexismo en el lenguaje y se utilizó como ejemplo sexista el titular: “Alertan de que el nuevo decreto enfrenta a médicos y enfermeras”, que aparecía en páginas interiores de nuestro periódico. Lo cierto es que el sexismo no es una plaga erradicada a estas alturas del siglo XXI, como demasiadas veces creemos, sino que permanece latente, y demasiadas veces muy explícito en los usos y costumbres de nuestra sociedad. Y tiene un reflejo muy persistente en los medios de comunicación, reproduciendo erróneamente la forma discriminatoria de expresarse de la ciudadanía. Resulta a veces complicado detectar y corregir los usos sexistas de la lengua. Las costumbres, las tradiciones, la educación impartida, los mensajes que se transmiten a nuestro alrededor y la cantidad de información que se maneja suele aparecer contaminada, propiciando la permanencia y propagación de un virus tan dañino. Expresiones como las siguientes: “Todo el personal fue a la comida, desde los directivos hasta las limpiadoras”; “Los investigadores Sara Pérez, Juana Iturbe y Nerea Barriola han llegado a conclusiones científicas definitivas”; “Eneko siempre consulta a su mujer antes de tomar una decisión, es un calzonazos”, y otras más inaceptables todavía suelen ser frecuentes. Los medios de comunicación tenemos especial responsabilidad al permitir estos estereotipos sexistas, que mantienen un tratamiento discriminatorio y casi siempre vejatorio de la mujer. Si queremos avanzar en el camino de la igualdad y de la racionalidad, debemos empezar por depurar nuestros artículos. Los periodistas tenemos la obligación de esmerarnos en el uso correcto y exacto de las expresiones para que reflejen una realidad objetiva, equitativa e igualitaria. Muchas veces, de modo inconsciente, transmitimos prejuicios escandalosos que deberíamos evitar. Vivimos en una sociedad igualitaria para hombres y mujeres, y por ello el lenguaje que manejamos no puede ser sexista. Las palabras tienen género, no sexo.