Los animadores de la política espectáculo ya comienzan a especular con un gran pacto de ‘izquierdas’ en nuestro país para que Iñigo Urkullu no repita como lehendakari.

Ni Javier Maroto ni Borja Sémper fueron elegidos el pasado 20 de noviembre y, los dos, supuran por la herida. La política española se ha perdido la presencia imprescindible de quienes se creían imprescindibles, pero eso no obsta para que el exalcalde de Gasteiz presione al PSOE con una gran coalición PP-PSOE por el bien de España. Al partido socialista le pidió en Radio Nacional “altura de miras” y recordó que ellos la tuvieron cuando apoyaron a Patxi López para que este fuera lehendakari.

Había que hacer todo lo posible, según Maroto, para que “mi querida Euskadi no se malograra en manos de Ibarretxe”. Olvidó contar que Patxi López había dicho en campaña que jamás pactaría con el PP, sin embargo este lo hizo. El fin patriótico justificaba que el aceite y el agua se juntaran. Y lo hicieron, a pesar de que Basagoiti dijo que López era como Homer Simpson.

Volviendo a hoy es más que evidente que la política española y la catalana están revueltas y que en Euzkadi habrá en octubre elecciones. Por todo esto los animadores de la política espectáculo ya comienzan a especular con un gran pacto de izquierdas en nuestro país para que Urkullu no sea lehendakari. Están en su derecho. Meten para ello en un gran saco el tutifruti de una gran coalición con Sortu, Podemos, lo que queda de IU, y si tiene que venir Ada Colau en silla gestatoria, la traen.

Dicen que si Podemos ha ganado las últimas elecciones legislativas españolas, ¿por qué no se puede volver a repetir la operación con Garbiñe Biurrun u otro candidato o candidata de cabecera en las elecciones vascas?. Este tipo de política, según ellos, requiere poca cosa: un programa común de izquierdas fulgurante, respeto al derecho a decidir y al Concierto Económico y la venta de un cambio absolutamente necesario, según este intento. Y me da que más de uno está en ello. Me consta.

Todo esto me ha recordado lo que pasó aquí en el 2001. O lo que pudo pasar pero un sexto sentido del vasco de la calle lo impidió. Fue así.

En su periodo de gobierno, Aznar tuvo su Bin Laden político que destruir. Y no solo fue ETA. Lo escribió en su libro de memorias que no tiene desperdicio y que da pistas sobre lo que ocurrió. El fin justificaba cualquier tipo de medio para acabar con el Gobierno de Ibarretxe. Había precedentes. En 1978 el PSE pactó con UCD con objeto de impedir que Juan de Ajuriaguerra, del PNV, presidiera el Consejo General Vasco y votaron a Ramón Rubial. Lo de Patxi López con Basagoiti tenía pues antecedentes, pero nunca una ceremonia tan fastuosa como la oficiada en el Kursaal de Donostia el 28 de abril de 2001. Gobernaba en Madrid, con mayoría absoluta, José María Aznar López. En Euzkadi, Juan José Ibarretxe. En el campo de operaciones Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo. La Brunete Mediática estaba a tope y metía además horas extras. Todos los comentaristas de la Villa y Corte se trajeron el champán de Madrid. La cosa estaba hecha.

El principal animador de aquel acto fue Fernando Fernández-Savater. Presentaban las intervenciones Maite Pagazaurtundúa y José María Calleja. Se hizo el silencio y los focos se dirigieron hacia el centro del escenario. Allí aparecieron Fernández-Savater, Nicolás Redondo y Jaime Mayor Oreja. Era una boda laica. Juntaron sus manos y el público enfervorizado se puso a gritar: “¡España! ¡España! ¡España!”.

Un mes después, los que se tildaban de perfectos constitucionalistas (PP más PSOE) perdieron las elecciones en Euzkadi frente a todo pronóstico. Aquella foto había resucitado a los muertos. Un sudor frío había corrido por las espaldas de la gente normal en Euzkadi. No querían a ETA, ni a su brazo político, pero tampoco aquel españolismo de garrafa. El 13 de mayo de 2001 perdían las elecciones. Mayor Oreja acabó en Bruselas tutelando a María San Gil. Nicolás Redondo, en el consejo de las Koplowitz. Salió ganando. Tiene ahora una fundación que da marchamos de democracia. Fernando Fernández Savater, apoyando a Rosa Díez y así le ha ido. Maite Pagazaurtundúa de eurodiputada con fecha de caducidad.

Dos años después, y cinco días antes de que el ejecutivo de Ibarretxe aprobara su proyecto de libre adhesión, Redondo y Mayor Oreja, en 2003, volvían a presentarse juntos. El marco era el Club Siglo XXI y la conferencia la daba don Jaime. Le presentaba el hijo del sindicalista, Nicolás júnior, al que llamábamos Menor Oreja. Todo esto nos vino a la memoria al ojear el libro de memorias de Aznar donde reconoce años después lo que sabíamos o intuíamos en 2001. “Antes la España roja que la España rota” de Calvo Sotelo. El pacto de dos años uno y dos años otro. Nada nuevo, por otra parte.

Según el libro, Mayor y Redondo Terreros habían pactado repartirse el mando del ejecutivo autonómico vasco, pero la clarísima victoria de PNV-EA frustró una “operación política de gran envergadura”, en palabras de Aznar, que “de haber tenido éxito habría cambiado el rumbo político del País Vasco y del conjunto de España. Pero no salió como todos deseábamos”. ¡Menos mal!

El pasaje se sitúa en el capítulo Mi decisión más difícil, que aborda la elección de Mariano Rajoy en 2003 como sucesor al frente del PP y como candidato a la presidencia del Gobierno. Como se ha publicado, la primera alternativa en la que pensó Aznar fue Rodrigo Rato, pero su negativa le hizo decantarse por el actual presidente. El tercero en esa liza era Jaime Mayor, expresidente del PP vasco y candidato a lehendakari en las autonómicas de 2001, en las que populares y socialistas coincidieron en su intento de desbancar al PNV, en la recta final del Pacto de Lizarra. Siempre Madrid como telón de fondo. O siempre Euzkadi, como escalera.

A la hora de exponer las razones por las que no eligió a Mayor como candidato a La Moncloa, Aznar recuerda que “el problema era que había apostado muy fuerte en una partida arriesgada”, las elecciones vascas de mayo de 2001, según recoge la obra. “Si Jaime hubiese conseguido desalojar al PNV del poder con el apoyo de los socialistas, creo que él mismo habría presentado su candidatura al liderazgo del Partido Popular”. Todo perfectamente calculado. Pero no contaron con Ibarretxe, ni con el PNV, ni con tanta gente sensata que nos venía y decía: “Esto no puede ser”.

Es aquí donde Aznar desvelaba el pasaje desconocido mencionado. Relata que Mayor “había alcanzado un acuerdo con Nicolás Redondo Terreros que le despejaba el camino en sus aspiraciones nacionales: en caso de sumar los escaños suficientes para gobernar el País Vasco, Jaime sería el presidente del Gobierno Vasco los dos primeros años y Nicolás los dos últimos”. En esta segunda parte de la legislatura, según se deduce de la narración de Aznar, Mayor se habría dedicado a pelear por la sucesión de Aznar y dar el salto a La Moncloa desde la plataforma que suponía ser el primer lehendakari no nacionalista vasco, en plena ofensiva de ETA y con las formaciones constitucionalistas y el PNV inmersos en un descarnado enfrentamiento.

La entente de Mayor y Redondo siempre se simbolizó en la fotografía conjunta en el Kursaal donostiarra, junto al filósofo y miembro de la plataforma cívica ¡Basta ya!, Fernando Fernández-Savater, alzando los brazos de ambos. En aquella época se daba por hecho que la suma PP-PSE, en este orden, superaría a la de PNV-EA y EB y que el entonces secretario general de los socialistas se convertiría en el vicelehendakari de Mayor.

No obstante, Ibarretxe y el PNV lograron movilizar al electorado nacionalista frente a la entente constitucionalista con un incontestable triunfo de 33 escaños y un récord histórico de 600.000 votos. El PP logró el mejor resultado de su historia, con 19 escaños, pero insuficiente, ya que el mal resultado del PSE-EE, con trece asientos, no sumaba la mayoría precisa. Euskal Herritarok, fuera del juego de pactos tras el final de la tregua de ETA, se descalabró hasta quedar en siete escaños, la mitad de los que poseía, mientras que EB (IU) sumaría su único parlamentario a PNV y EA.

De todas formas, en el libro Aznar elogia la actitud de Mayor tras conocer que no sería su sucesor: “Las cosas fueron más fáciles (que con Rato)”, señala. Su reacción fue de “absoluto respeto, colaboración y lealtad”, sin “el más mínimo reproche”. A Aznar no se lo hizo. Se lo sigue haciendo al PNV. ¿Por qué? Porque le ganamos. Y por eso nos ignora en su libro.

Esto ocurrió hace quince años. No llega a una generación. El tamtam movió por tierra, mar y aire todo. Radio, televisión, prensa, apoyos institucionales, todo valió. Pero no ganaron.

¿Quieren ahora repetir la misma operación? Seguramente, pero que no se olviden de la foto del Kursaal.

Meten en un gran saco el ‘tutifruti’ de una gran coalición con Sortu, Podemos, lo que queda de IU, y si tiene que venir Ada Colau en silla gestatoria, la traen

El 13 de mayo de 2001 perdían las elecciones. Mayor Oreja acabó en Bruselas tutelando a María San Gil. Nicolás Redondo, en el consejo de las Koplowitz