La historia de ETA tras la muerte de Franco está muy lejos de ser la historia de Robin Hood o la de cualquiera de las historias de la factoría Disney que la Izquierda Abertzale pretende colocarnos
Pernando Barrena, inveterado portavoz de la IA cuando ETA mataba y él tenía que justificar aquellos asesinatos en función del “conflicto”, lo que hacía con gran desparpajo, no le ha gustado que el lehendakari Urkullu pida a su mundo “autocrítica”. Barrena, tan ducho en buscar culpas en los demás, piensa que Urkullu lo que quiere es que esa autocrítica se haga con la visión que tiene el PNV de la vida y que, además, suponga que “la izquierda abertzale abjure de su trayectoria política histórica, algo que no va a ocurrir porque es implanteable”.
El hombre, con la contundencia que le caracteriza, advierte al lehendakari que no pretenda asentar la convivencia sobre estos supuestos, sobre “el estás de acuerdo conmigo cien por cien o no hay nada que hacer porque eso es un principio totalitario, es irreal, y además algo totalmente prepolítico”. Se debió quedar tan ancho y tan satisfecho de sus declaraciones como cuando buscaba adjetivos justificadores de la última barbaridad.
Esto lo dijo en Jueves Santo, poco antes del Aberri Eguna, cuando sin ninguna autocrítica nos dijeron cuál era el camino que teníamos que recorrer para llegar a la Tierra Prometida.
Me hizo gracia la descripción de “totalitario, irreal y prepolítico” atribuido al discurso de Urkullu. Lo de prepolítico tiene su gracia, pues siguen sin admitir algo que les dijo Lula da Silva en Managua, cuando los sandinistas habían perdido su revolución y él seguía intentando ser presidente de Brasil: el error de la izquierda revolucionaria, un error estratégico, era pensar que la democracia se dividía en democracia burguesa y democracia proletaria, cuando lo que existía era una sola clase de democracia, sin apellidos. Pero don Pernando no se ha enterado de casi nada y sigue con los viejos tics totalitarios de lo que, para él, justificó aquel baño de sangre.
Pero como nada hay más disolvente frente a estas tres palabras que la realidad, permítaseme que me retrotraiga a 1975, el año en que teóricamente empezó todo, pues el dictador estaba a punto de morir en la cama. Pernando tenía diez años, pero como él asume toda la trayectoria de ETA como suya, permítaseme recordar dos hechos infames.
Intuyéndose cercano el final de la vida del dictador, se creyó oportuno convocar masivamente al pueblo vasco en Gernika en la Pascua de 1975. El PNV renunció a su protagonismo político y muchas organizaciones operantes en Euzkadi, abertzales o no, convocaron a sus simpatizantes en la villa. Sin embargo, la colocación de bombas durante la Semana Santa y el atentado contra la vida de un policía en Donostia, la víspera misma del Aberri Eguna, hizo que el pueblo se retrajera de acudir a Gernika intuyendo que el poder tomaría especiales medidas de represión. Por ello, el fracaso de la convocatoria masiva fue total. ETA había conseguido su gran hazaña.
Al año siguiente, 1976, muerto el dictador, se pretendió nuevamente la convocatoria masiva esta vez en Iruñea, para demostrar al mundo que tras cuarenta años de opresión el pueblo vasco seguía en pie reclamando su libertad. Con tal fin y a pesar de la penosa experiencia del año anterior, se formó una mesa de organizaciones políticas y sindicales para organizar el 18 de abril un Aberri Eguna pacífico, sin acciones previas que pusieran en peligro la celebración del mismo, y haciendo hincapié en que ese día debía revestir el carácter de manifestación cívica en apoyo al indiscutible derecho a la soberanía nacional vasca, pero bajo ningún concepto un día de combate de masas. Con estos acuerdos se pretendía lograr la celebración de una manifestación masiva, con gran concentración de gentes, que habría supuesto un gran paso para la causa del Pueblo Vasco y le hubiera colocado en primer plano ante la opinión pública internacional.
Pero ETA y los antecedentes de la hoy Bildu no estaban por la labor.
El 18 de marzo de 1976, ETA secuestra en Elgoibar a Aingeru Berazadi, 56 años, director gerente de la empresa Estarta y Ecenarro (Sigma). Era una noticia de una gravedad impresionante. Berazadi era un empresario guipuzcoano, casado con la única hija del fundador de la empresa, Eulogio Estarta. Trabajaba como director gerente de aquella empresa en la que había ingresado hacía más de 30 años como jefe de negociado. Era el clásico empresario guipuzcoano, serio, trabajador, amante de su familia, discreto y representativo de aquel empresariado amenazado por ETA. Carlos Garaikoetxea había trabajado en Sigma.
ETA emite un comunicado dirigido al “Pueblo Trabajador Vasco” que lanza un ultimátum: “ETA Organización Revolucionaria Socialista Vasca de Liberación Nacional lanza un ultimátum público a la familia del Sr. Aingeru Berazadi para que las exigencia requeridas por nuestra organización sean debidamente cumplimentadas. Si en el plazo de 48 horas a partir de este comunicado público se mantiene la intransigencia de la familia para conseguir la puesta en libertad del arrestado Sr. Berazadi, éste será ejecutado”.
La familia hizo lo indecible para salvar la vida del padre, pero el 8 de abril, a las tres y media de la madrugada, Aingeru Berazadi aparecía asesinado en una cuneta del kilómetro 67 de la carretera de Elgoibar a Azpeitia. Berazadi estaba tendido boca arriba y tenía barba de varios días. Llevaba unas gafas de soldador cubiertas con un cartón negro. En las muñecas se le apreciaban señales de presión, síntoma de que había estado esposado durante bastante tiempo. Presentaba un tiro de pistola -Parabellum- en la región occipital y salida por la frente. Un tiro en la nuca. ETA lo había asesinado vilmente.
El PNV y todos los partidos democráticos suspendimos la celebración del Aberri Eguna. El EBB emitió un comunicado que decía: “El PNV entiende que hasta la propia guerra se halla sujeta a normas éticas, y que el secuestro con fines de chantaje y el asesinato como represalia, tal como se han producido en la persona de Aingeru Berazadi, se salen de todo planteamiento de violencia política legítima, rompe la línea histórica de acción de ETA y supone un enorme retroceso en la lucha del Pueblo Vasco por su libertad, por lo que condenamos durísimamente tales hechos....”.
Pero ETA y lo que sigue representando Pernando Barrena decidieron en su locura convertir aquel Aberri Eguna 76 en un día de lucha y confrontación. Habían logrado en dos años cargarse dos Aberri Eguna y asesinado a un honrado ciudadano. El fin justificaba los medios. Hechos que hoy no se quieren recordar ni asumir.
El año que viene se cumplirán cuarenta años de este execrable asesinato. Y todos los años, familias enteras lloran a sus muertos rodeados de las risotadas de los Barrenas. Si ETA, muerto el dictador, hubiera decidido dejar la lucha armada, otra hubiera sido la historia de Euzkadi de los últimos cuarenta años, y no la que tanto enorgullece a un personaje como Pernando Barrena, quien dice que lo que quiere Urkullu es que “la Izquierda Abertzale abjure de su trayectoria política histórica, algo que no va a ocurrir nunca porque es implanteable”. Es decir, la historia de ETA, tras la muerte de Franco, es la historia de Robin Hood o la de cualquiera de las historias de la factoría Disney, incluyendo al lobo comiéndose a Caperucita y a la bruja envenenando a Blancanieves.
Pero es que esa historia de sangre, extorsión, muerte, humillación, es una historia de lesa humanidad que está ahí clamando para que ningún Pernando de ese mundo totalitario, ellos sí que son totalitarios, nos sigan dando clases de nada, sin previamente reconocer el inmenso daño injusto causado, que ha sido oceánico.
Lo primero que tenía que hacer la IA, por higiene democrática, es impedir que personajes como los Barrenas, justificadores durante años de estos asesinatos, sigan dando la cara por una Izquierda Abertzale que necesita, para actuar limpiamente en el mundo político vasco, de gentes que defiendan sus ideas pero abjuren de este pasado criminal.
Manuel Reyes Mate, filósofo e investigador, especialista en Memoria y Víctimas, decía en este diario el pasado domingo en una entrevista de Enrique Santarén, lo siguiente: ”La sociedad vasca vive un momento peligroso, puede hacer inútil todo el sufrimiento pasado, si pasa página”.
Esto debería ser el abecé de cualquier convivencia.
Ya lo dijo Lula, el error de la izquierda revolucionaria era pensar que la democracia se dividía en burguesa y proletaria, cuando lo que existía era una sola clase de democracia
Lo que tenía que hacer la IA es impedir que personajes como los Barrenas, justificadores durante años de estos asesinatos, sigan dando la cara por ella