Síguenos en redes sociales:

Ser o no ser Charlie

Tras el salvaje atentado contra la redacción de la revista satírica francesa ‘par excellence’ unos se declaran Charlies, otros dejan claro que no son tal.

Entre los primeros, la asunción de tal identidad está impulsada por un deseo de solidaridad. Seguro que hay muchos que no saben ni de qué revista se trata, otros no la leerían pues seguro que odiaban su irreverencia y su crítica a las religiones, etc. No se puede ignorar la presencia en la multitudinaria manifestación parisina de casos de flagrante hipocresía y de pescar en río revuelto. La defensa de la libertad, la lucha contra el terrorismo de algunos se antoja de mentirijillas, cuando ellos matan al por mayor o cuando limitan las libertades, eso sí, por la paz. Ciertamente a la mayoría de gente honrada y guiada por unas honestas y espontáneas ansias de libertad se ha unido el coro de vendehúmos y tirabombas invasores; muchos de los manifestantes han mostrado su desagrado ante el extraña vecindad con ciertos invitados de lujo (muy en concreto por Netanyahu que no deja de destrozar Gaza y a sus habitantes, o los primeros ministros de Hungría o Turquía -fogosos defensores de la libertad de expresión como el mismo mordazas Rajoy, (¿os suena de algo El Jueves?)- sin olvidar otros que con sus medidas de política interior, y también exterior, no hacen sino alimentar el enfrentamiento. A lo dicho, entre quienes han sido Charlies, muchas malas compañías, ejemplos de dos varas de medir, de la amalgama como tramposa arma, y de un juego de máscaras que servirán para aumentar las medidas de control ciudadano, de vigilancia de recorte de las libertades, la puesta en marcha al por mayor una Patriot Act que conduzca a una sociedad panóptica física y digital en nombre de la irrenunciable defensa de la libertad, por supuesto.

Por otro lado, otros han querido dejar claro que ellos no son Charlie, con matices: Por un lado, estarían quienes recurren al mecanismo teológico, negándose a aceptar la consigna pues son contrarios a la blasfemia y la revista no hacía -según ellos- más que blasfemar una y otra vez, fomentando con ello la desmoralización del tejido social y la invasión de otras culturas. Un ejemplo paradigmático de tal postura sería el de Juan Manuel de Prada, quien en su prédica del sábado pasado se alzaba contra la permisividad con que cuenta el “derecho a la blasfemia” y la falta de respeto a otros sacrosantos valores occidentales, y precisamente Charlie Hebdo era la representación máxima de “los anti-valores pestilentes en esa deriva autodestructiva” a la que si no se le pone freno conducirá al desastre como ya anunciara Aznar, en la línea del “choque de civilizaciones” de Samuel Huntington.

Una postura más light, que se niega a aceptar el “soy Charlie” sería la de David Brooks, que aun defendiendo la tolerancia y la libertad de expresión indica que se ha de poner límite, en lo que hace a la valoración social, al humor que pueda resultar insultante para otros. A esta categoría, más atemperada, se suma Artur Mas: “Conviene mostrar respeto por las creencias de los otros y, personalmente, no me identifico con un tipo de humor deliberadamente ofensivo”.

Algún otro, Carlos Fabretti, a los argumentos de lucha contra las potencias imperialistas añade un par de variantes más sofisticadas. Recurre a un insostenible anacronismo histórico al comparar a los autores del bestial atentado con los judíos acosados por el nacionalsocialismo; en el caso de la violencia de respuesta contra los nazis sus autores hubieran sido considerados verdaderos héroes. Añade otra particularidad: que él no puede estar de acuerdo con las bromas hacia una religión que se ha convertido en la supuesta tabla de salvación de cantidad de pueblos oprimidos, debido a que a ello les ha empujado el constante maltrato que Occidente comete con ellos. Parece que los mártires en esta ocasión parecen guiados, más que por la fuerza que eran conducidos los judíos, por unas creencias cerrilmente digeridas y con la esperanza en disfrutar de mucho kifi y de bellas huríes.

Recurre a este truco un rapero cuyo nombre no recuerdo (yo me quedé en Public Enemy), que viene a decir que Charlie Hebdo se había convertido desde hace tiempo en la genuina representación del “colonialismo, el racismo y la xenofobia “. Por la misma senda avanza una columnista de Gara al venir a señalar cuáles son los motivos que le hacen afirmar “ni ez naiz Charlie” al señalar que la revista “presentaba todos los tópicos sexistas y racistas con respecto a los árabes“ (resulta sorprendente en este orden de cosas que algunos de los asesinados compaginasen sus colaboraciones con el periódico L’Humanité y/o con Le Monde libertaire).

O bien estos descalificadores hablan de oídas, o bien usan el fórceps interpretativo para confundir geografía, con teología y racismo, metiendo en el mismo saco cualquier crítica dirigida con respecto a algunas actitudes especialmente retrógradas y oscurantistas de algunos supuestos seguidores de una religión muy concreta que hoy en día se llevan la palma en lo que hace a comportamientos aberrantes. Qué tipo de racismo xenófobo y racista cometía Charlie Hebdo cuando criticaba a todos los jerifaltes de las tres religiones de libro unidos en su cruzada homófoba, o cuando se partía el culo sobre la virginidad de María, o cuando relataba la historia de Jesús. Esto no supone obviar que a veces su humor bestia haya podido pasarse algún pueblo, mas como con razón dice uno “solo los fascistas matan a los bufones “.

Ante este panorama, y sin entrar en mayores, sí quisiera subrayar varios aspectos: 1) es importante no confundir las partes con el todo o viceversa, pues se puede caer en la metonimización o sinecdoquización de lo analizado, desvirtuando así la realidad: criticar los aspectos más nefastos de los pretendidos representantes más nefastos de una supuesta religión no tiene por qué ser racismo, sino crítica contra el oscurantismo y las ideas y comportamientos retrógrados que desde luego no son bromas inventadas por los humoristas sino que son pura praxis, la sharia imperando, en los lugares en los que han llegado a gobernar (prohibiciones de salir solas a la calle o de estudiar , de fumar, de oír música, de llevar pantalones, de ir descubiertas?o las lapidaciones, latigazos , mutilaciones o muertes convertidas en espectáculo educativo) . 2) decía el siempre ocurrente Oscar Wilde que “lo contrario del matiz es la barbarie“ ; no sé si tanto, pero lo que sí que es claro es que simplificar es mentir. La aplicación de la amalgama conduce a conclusiones indebidas a todas luces. Si unos seres fanatizados entran a tiro limpio al grito de “Alá es grande” o “hemos vengado al profeta”, y se hace caso a lo que sus boquitas profieren, creo que es estrujar un poco las cosas pintar tal ataque como respuesta anti-imperialista. Más parece ser la “guerra religiosa” de unos iluminados cuya imagen eleva a la ene potencia la explicación freudiana de la religión como psicosis. 3) aunque pudiera sonar a eurocentrismo y sin considerar este el mejor de los mundos posibles, sí que es preferible vivir -y ser robado-en esta zona del globo que en otras zonas, con ciertos gobiernos teocráticos, que desde luego no convierten la vida en un placentero jardín, sino en un verdadero infierno en especial para las mujeres?( modelos: talibán, Estado Islámico o el Sudán de Omar-al-Bachir). No seguiré por ahí, mas sí quisiera incidir brevemente en un aspecto que siempre asoma en estos casos: la resistencia a verse del mismo lado de gente que pertenece en todos los sentidos a otros valores, responsables además de los desaguisados conflictivos que sacuden a la humanidad (siempre apoyando a “sus hijos de puta”, casos como Noriega, Sadam Hussein o Ben Laden ). No está de más recordar la atrevida afirmación de Albert Camus de que no había que temer coincidir con la derecha si esta tenía razón, con el telón de fondo de la imposibilidad desde la izquierda de denunciar los campos de concentración soviéticos pues era dar armas al enemigo.

Decía Rimbaud “yo soy otro”, yo también en esta tesitura: soy Charlie.