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La economía del crecimiento sostenido no tiene sentido

Las escuelas de pensamiento económico difieren en la tecla que hay que tocar para el crecimiento económico sostenido en el tiempo, en la que todas están de acuerdo.

Por una parte si liberar más los mercados o por otra si intervenir más en ellos, pero no se abre aún el debate acerca de qué parámetros definan el crecimiento. Un crecimiento económico sostenido en el tiempo y referido a los bienes cuantificables como el PIB, la renta per cápita, el uso de materias primas, las inversiones empresariales y las infraestructuras nos remite a la época de la industrialización y el pleno empleo, donde estos parámetros ocupaban todo el espacio del valor social de la economía. Se trataba, cuando se inició el desarrollo económico, de una sociedad de la escasez, y no de la abundancia material o del exceso innecesario como la actual, para economías muy desarrolladas y envejecidas. El crecimiento económico sostenido por su naturaleza global y por su impacto directo en los recursos físicos no tiene sentido en las economías más avanzadas. Tal vez las economías avanzadas, las nuestras, deban girar el Cabo de Hornos y trasladarse a otros modelos socioeconómicos regidos por otras leyes de carácter humanista más igualitario, con una visión integral y sistémica de la calidad de vida de los humanos, como referencia pionera a la que conducir las demás economías cuando lleguen a este momento.

Los nuevos ingredientes de la sociedad de hoy, con un alto valor percibido por los ciudadanos son la salud, la cultura, la seguridad, el ocio, la identidad y la educación. En esta nueva ordenación de las prioridades las nuevas tecnologías contribuyen trastocando los modelos de servicio y relación entre las personas, y abren otras posibilidades en la economía de los intangibles y de las innovaciones en las relaciones entre distintos colectivos. Los parámetros tradicionales de medida de la riqueza se han quedado muy cortos y su mantenimiento obedece a razones macro y de comparación entre países, para la gestión de compromisos, para la protección del comercio local, y en la gestión de préstamos e inversiones macroeconómicas.

Las primeras aproximaciones a otros modelos como el IDH (Índice de Desarrollo Humano) buscan introducir alternativas en el modo de medir la riqueza nacional que supere los recursos económicos como foco principal o exclusivo. Lo que es evidente es que en estos nuevos índices se entremezclan cuestiones de carácter muy distinto como, por ejemplo, el nivel de educación y la esperanza de vida, con el nivel de renta per cápita. Unos son medidas del ayer y otros se construyen en el medio y largo plazo. Aparecen en la lista activos sociales que afectan al individuo o a la familia y que constituyen los pilares de progreso micro de cualquier sociedad, y por otra parte otros de carácter macro como la deuda pública o privada de un país.

Y en esta extensión inevitable de los parámetros que miden la riqueza social tenemos que decidir que camino tomar: si seguimos con la economía tradicional e incrementamos sobre ella los ítems que representan el desarrollo social más allá del económico, o por el contrario dejamos que la economía sea solo una parte de un modelo más extenso e incluyente, que podemos denominar exonomía.

Exonomía es la economía de los intangibles que incluye a los recursos materiales como un medio y no como un fin. Todos los fines de la exonomía son intangibles, pero no así los medios. Exonomía quiere ser un espacio de identificación y desarrollo de la riqueza social, en la que los recursos económicos son medios y no finalidades de objetivos sociales de los países. Y cada país también en Europa, está en un momento y en una situación sociocultural que es muy diferente, y que requiere incluir su perspectiva del corto, medio y largo plazo sobre los activos sociales que quiere construir. Estos activos sociales no tienen el mismo ciclo de construcción y desarrollo que los activos materiales sometidos a la devaluación en el tiempo. Exonomia quiere adoptar una forma sistémica en la transformación de los activos sociales que cooperan creciendo. Estos activos pueden ser construidos sobre espacios y colectivos cooperantes de recursos, donde el equilibrio suma cero no existe, sino que es posible su extensión y crecimiento sin coste. Un ejemplo ilustrativo de estos activos es la confianza entre individuos y organizaciones, que es un factor productivo de primera magnitud, que refuerza y recrece el proceso de desarrollo de otros activos intangibles como el conocimiento, la salud, el buen gobierno y la innovación.

Podemos optar por alguna de las dos formas, la extensión de conceptos más allá de lo económico o la elevación de nivel del espacio de medición y desarrollo de la riqueza, entendida esta como riqueza social. En cualquiera de los dos casos, el riesgo de no hacerlo nos conduce a querer dirigir la sociedad actual, mucho más compleja que la de hace 200 años, con sólo una parte de los motores de su transformación que son los que la movieron entonces: la industrialización, el transporte y el desarrollo de los sistemas de distribución de la energía. Esta opción -hoy vigente- es de una gran miopía sobre dónde estamos y una gran desconexión en los objetivos deseables, para evolucionar de la economía de los medios materiales a la exonomía de los fines sociales.

Iniciativas que apuntan a estas consideraciones están surgiendo por muchas partes: una de ellas y del primer tipo -extensión de los influyentes en la economía- la encabeza Jeffrey Sachs, que habla de la existencia de seis naturalezas de capitales y considera que todas ellas juegan en la economía de forma complementaria. Jeffrey Sachs habla de seis clases de bienes de capital: el capital comercial, las infraestructuras, el capital humano, el capital intelectual, el capital natural y el capital social. Todos ellos son productivos, pero cada uno de ellos tiene un papel distinto. Su visión es cómo estos capitales contribuyen a la riqueza económica, pero no cómo la riqueza económica alimenta estos capitales, que es la otra perspectiva de más interés social.

Visto de esta segunda manera, es decir, poniendo los medios detrás de los fines la riqueza social es un compendio armónico de los seis capitales sociales que son: el económico, el conocimiento, el bienestar, la cultura, el entorno natural y la confianza. Este enfoque lo citábamos hace más de cuatro años en el artículo de este medio titulado Los seis capitales.

La sociedad -de facto- evoluciona creando y consumiendo activos económicos, y creando y destruyendo activos sociales, según la visión de los principios y valores de sus colectivos. El individuo, la familia, el club de deporte o asociación, el equipo de trabajo, la empresa, el hospital, la comunidad de vecinos, el municipio, la universidad, la región, la nación? están todos insertos en un balance dinámico. En estas organizaciones se usan, disfrutan, crean y destruyen activos sociales que incluyen a los recursos económicos como excedentes de la capacidad productiva inteligente fruto de la tecnología que permite hacer más y mejor con menos. Sugerimos avanzar por elevar el rango desde el que observar los términos de lo que es riqueza social y de aventurarnos a que cada comunidad -familia, colectivo, región, país- determine en su momento vigente y cara al futuro cuáles de estos seis activos son los más importantes y de esta forma determine la orientación de las pautas de gobierno y decisión colectiva que necesita para lograrlo. No es lo mismo una comunidad carente de medios de subsistencia que otra que se preocupa en mantener y mejorar la salud de su población envejecida. Estamos carentes de una buena orientación en estas cuestiones sobre las que la Escuela de Diseño Social (FNS y APTES; www.escueladisenosocial.org) quiere aportar otras visiones en el enfoque de los proyectos colectivos que han de cambiar de perspectiva, superando los criterios económicos y de eficacia como factores exclusivos de las decisiones colectivas y personales. Eso sí, si vamos a transitar por este camino de la nueva consideración de la riqueza social como referente de nuestra situación, lo cual parece muy posible, empecemos poniendo los bueyes delante del carro cuanto antes, y pronto veremos que las cosas pueden ser de otra manera.