Cartas a la Dirección
EL ilustre profesor recién fallecido en Madrid, además de dedicar sus horas lectivas a explicar ciencias económicas y sus horas extras a escribir excelentes novelas, nunca descuidó, ni siquiera en su vejez la preocupación de enseñarnos a vivir.
Preguntado, a sus noventa y muchos años, qué aconsejaría a los ciudadanos de a pie para poder soportar la crisis actual, respondió que la educación de hoy adolece, en general, de algo tan importante como la asignatura de aprender a vivir.
Así, cuando vienen mal dadas, la persona que ya tiene qué comer, debe saber mantener por lo menos "una postura que llamaría estoica, si se trata de alguien que carece del recurso de la religión, como me pasa a mí".
Yo me pregunto si el célebre profesor estaba en lo cierto cuando afirmaba que no lograba encontrar a Dios dentro de sí. Releamos la hermosura divina que destila su "Credo personal". Dice así: "Creo en la Vida Madre todopoderosa, Creadora de los cielos y de la Tierra. Creo en el Hombre, su avanzado Hijo, concebido en ardiente evolución, progresando a pesar de los Pilatos e inventores de dogmas represores para oprimir la Vida y sepultarla. Pero la Vida siempre resucita y el Hombre sigue en marcha hacia el Mañana. Creo en los horizontes del Espíritu, que es la energía cósmica del mundo. Creo en la Humanidad siempre ascendente. Creo en la vida perdurable. Amén."
Meses antes de morir añadía:"Mi única ambición ahora es morir como un río en el mar? Ya noto la sal".
Apostaría que ya ha caído en la cuenta de quién le dictó su Credo y acercó a su lengua el gusto de la sal.
Miren Jone Azurza