Síguenos en redes sociales:

Oración ascensor

Estamos inmersos en una crisis que, un día sí y otro también, nos va poniendo ante dramas personales de todo tipo y condición. A los pobres y enfermos de toda la vida se van sumando esa legión de parados, desahuciados, despedidos, etc. que saben demasiado de angustias y soledades. Esta gente, muchas veces maltratada sin culpa, suele pedir con insistencia justicia y no caridad. Es normal que se echen a temblar cuando quien pasa a su lado se limita a un rezaré por ti. ¡Horror! Inmediatamente se da cuenta de que no hará nada más él, dejándole tirado. Nadie responde a su ¿y qué más harás?

Hablamos demasiado y hacemos más bien poco. Es fácil aparentar compasión y ocultarnos, a continuación, tras una impotencia que en ningún caso suele ser total y absoluta. Suele ser la forma más habitual de lavarnos las manos y poner la pelota en el tejado de Dios omnipotente, responsable final del bien y del mal. A los católicos nos entusiasma la oración ascensor, es decir, de sube y baja. Nosotros, los buenos, rezamos hacia arriba, para que Dios actúe hacia abajo, en favor del beneficiario último. Desafortunadamente, el sistema no funciona.

El problema debe de ser que el Dios al que imploramos no tiene más manos que las nuestras para actuar. Debemos de ser nosotros el único intermediario entre él y el necesitado. Así que suelo decirme a mí mismo, menos gracias a Dios y mucha más acción incluso desde mi siempre relativa impotencia.

Pues bien, bajo este prisma sigo con suma atención los pasos del papa Francisco.

Sus gestos, sus detalles humanos, su preocupación por los pobres, etc., anuncian una forma de actuar muy positiva. Hay que darle tiempo al tiempo para ver si acaban traduciéndose en una acción vigorosa en favor de la justicia, con el objetivo claro de erradicar la pobreza desde su raíz. La beneficencia caritativa está muy bien, como alternativa en los casos límites, pero no es lo que los pobres necesitan.

Tampoco les basta el rezaré por ti, si no va acompañado por algo mucho mas tangible. Esperemos que Francisco, desde su poderosa atalaya, anteponga el con el mazo dando, al a Dios rogando.