El centro gerontológico de la bella localidad de Lazkao ha sido actualidad estos días. Como se conoce por la prensa, el simpático y veterano cantante Manolo Escobar, atendiendo una invitación de dicho centro, tuvo la cortesía de visitarles.
De la extensa trayectoria de este artista, todo el mundo puede dar fe, guste o no guste la música, o su estilo. Pero, lo que no se conocía, aunque se intuye, es su enorme capacidad humana y cariño hacia las personas.
En este caso, hacia los de la llamada tercera edad. No deja de sorprender que en la moderna estructura en la que hemos abocado nuestra diaria existencia y en la que la falta de valores, principios éticos y morales brillen por su ausencia, este buen hombre haya venido dos días antes de una actuación suya en Donostia para adentrarse en el profundo y sano pueblo goierritarra para contentar, abrazar e incluso disfrutar cantando junto a nuestros mayores, las canciones más recordadas de su vida. Estoy seguro de que a él también le hizo mucha ilusión y gracia escuchar su popular Porompopero en euskera.
Quien conozca un centro de esta naturaleza sabrá que para los hombres y mujeres que allí se encuentran, la máxima alegría con la que se les puede obsequiar es visitarles, hablarles, escucharles?
No piden mucho. Casi nada, ya que después de haberlo dado todo, en algunos casos, y no lo digo por esa residencia modelo en sus funciones, se sientan olvidados, relegados, precisamente por la sociedad a la que tanto sirvieron?
¿Por qué nos costará tanto contentar a nuestros mayores, cuando les hace falta tan poco para ser felices? Desde estas líneas quiero agradecerle a Manolo Escobar la maravillosa atención que tuvo y animarle a que siga en esa línea y ojalá le secunden muchas otras personas, artistas o no. Gracias por convivir unas horas de alegría con todas estas entrañables personas, por esos felices momentos que no van a olvidar en lo que les resto de su vida, y por tu sonrisa cercana y amable. Por todo ello: ¡Olé, Manolo!