Marisa no puede mirar hacia adelante tan deprisa. De hecho, quiere seguir con sus ojos clavados en 2001, porque con esa mirada rescata cada día a José Mari y lo trae para tenerle a diario. Ella sabe que el recuerdo y la memoria son sus grandes aliados.
Ella sabe también que muchos de nosotros, en la universidad, en la audiencia, en Algorta, en Girona? le seguimos recordando, con esa extraña mezcla de dolor que no cesa, rabia y afecto. Al igual que Marisa, muchas víctimas saben que sus hijos y nietos merecen un presente de mucho cariño, besos y paz. Saben que en algún momento preguntarán por ese abuelo, tío, padre que falta, que no está. Será duro y delicado pero ellas sabrán contar la verdad, la única verdad.
Al igual que Marisa, mucho hombres y mujeres heridos por el terrorismo están pasándolo mal estos días. Todo vuelve, la noria de nuevo baja encabritada, el vértigo se reaviva. Ahora, que parece que la cosa terrorista va para el final, no pueden, no les sale alegrarse abiertamente, desconfían, no sienten que esto se acabe realmente.
A Marisa, hace diez años, ETA le hizo un agujero en la vida, en el alma, un infinito dolor. Ella sabe que va a ser maravilloso eso de que no haya más tiros ni bombas, ni amenazas.
Pero se teme que una gran parte de la sociedad vasca avance a una velocidad desmemoriada, alborotada e incompasiva, y que nos olvidemos de toda esta horrible historia de violencia con tal de que haya paz. Estamos con ella: no podemos admitir paz por olvido, paz por futuro huérfano de pasado. Marisa quiere que prevalezca la justicia, la verdad y la memoria. Nosotros también. Por eso, mañana lunes, 7 de noviembre, volveremos a concentrarnos en la uni de Deusto para recordar a nuestro compañero José Mari Lidón. Porque mientras le recordemos, estará entre nosotros. Y Marisa bien que lo sabe.