NO me está gustando nada este año nuevo. Me tira la sisa, me aprieta el cuello y me pica en la espalda. Quisiera devolverlo pero no encuentro el tique. Lo peor es que quiero que me guste. Me ocurre como con Bob Dylan: sigo intentando que me guste, pero no lo consigue más que en algún día tonto. Y es que pinta muy mal (el año, no Bob). Son ya tantas las tonterías que me turban el arranque de 2011 que recomiendo dejen de leer en este punto si no tiene un diazepam a mano. Empezar enero con una formidable subida de la luz me escuece un rato largo. Pero que encima las empresas energéticas fichen a Felipe González y a José María Aznar con sueldos obscenos -contrato del tipo ¿qué hay de lo mío?-, me mete ganas de salir a la calle con una recortada, o algo peor, fumar en un bar. Recordemos que el primer jarrón chino se arrepiente de no haberle metido un bombazo a la supuesta cúpula de ETA cuando no era el señor X. El segundo jarrón -o botijo con bigotes- es el que autorizó contactos con el Movimiento Vasco de Liberación (Aznar dixit) en la tregua del 98. ¿Recuerdan? Entonces había muertos, kale borroka a diario, y el comunicado de tregua era mucho más flojo que el de ahora. Y sin embargo todos los demócratas -incluidas las víctimas- apoyaron el diálogo del Gobierno con los libertadores vascos. Ahora que el compromiso con la paz es mayor y que la violencia es nula, nadie mueve ficha. Solo alcanzo a una terrible conclusión: a nuestros políticos -y a millones de votantes- les jode más que ETA mienta a que mate. Lo dicho, debo ser muy tonto porque no lo entiendo. Así que mientras la pelota vasca vuela hacia el tejado de la Moncloa, yo sigo mirando con ojos entornados a 2011, año de reelecciones municipales para nuestro alcalde en el tiempo. De momento ya nos ha prometido bagatelas como la pasarela de Mompás, la (g)estación de autobuses, miles de VPO en propiedad, y hasta un Tambor de Oro para un jugador del Real Madrid ausente. Nada, cosas mías.
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