Vaya por delante que no tengo ni chispa de ingenuidad y que considero las declaraciones de Fernando Sánchez Dragó una de tantas provocaciones, a las que yo no me acabo de acostumbrar, cuyo objetivo es que ande ahora media España mirando en su web y haciéndole publicidad gratuita de su último libro, que intuyo se trata de un texto infumable. Que un tipo ultraliberal y de derechas, que va de intelectual venido a más y de hombre-zen, se nos descuelgue ahora en su libro de conversaciones con Boadella -porque lo que ha escrito, me apuesto lo que quieran: no es un ensayo-, con podredumbre cochambrosa, misógina, machista y pedófila; en la que a dos niñas de trece años se las denomina putas y se relata sin reparar en detalles, lo que es sin lugar a dudas, un abuso de superioridad y un delito de lo más deleznable, clama al cielo.
Para empezar, habrá que recordar que no es la primera vez que este rufián se jacta de tratar a las mujeres -ahora también a las niñas- como si fuéramos piltrafa. Y a mí, qué quieren que yo les diga: esto me da qué pensar. Me da qué pensar porque si tanta animadversión tiene hacia las mujeres, incluidas sus esposas y parejas, a las que se refiere peyorativamente siempre que puede, ¿no será que adolece de algo? ¿No debería hacérselo mirar? ¿No estamos ante un demente que quiere mostrar superioridad humillando? Pues sí, a mí me da el olfato que estamos ante un impotente -en toda la amplitud del término- de marca mayor, que chochea y que es carne de frenopático.
La pederastia es un delito lo suficientemente grave, que atenta contra los/as que más protección precisan en nuestra sociedad: las/os niñas/os, para que pidamos de una forma clara e inequívoca que no prescriba nunca y no sólo no debería prescribir, sino que se debería perseguir igualmente con pena de cárcel, la apología de la pederastia. ¿O es que aquí sólo va a contar la apología del terrorismo? Porque lo que está haciendo este individuo ahora mismo, justificándose ante los medios, y diciendo que: "bah, no es para tanto", "fue en el año 67", "iban vestidas como zorras", "lo he literatulizado", etcétera, es simple y llanamente apología de la pederastia, además de un ninguneo más que evidente de lo femenino y una banalización de la explotación sexual infantil. A este tipo de personajes hay que pararles los pies y hay que hacerlo porque con ese esnobismo hortera y baboseante en el que se regodean, lo que hacen es fomentar e incitar al abuso sexual de menores. Y de aquellas aguas vienen estos lodos, pues se empieza por alardear de haber mantenido relaciones sexuales con lo que él llama Lolitas y se termina por legalizar un partido de pederastas que se muestran a su electorado como "los amigos de los niños".
Es pertinente recordar aquí y ahora que más de dos millones de menores sufren en el sudeste asiático por el tráfico sexual infantil, aunque no existen cifras exactas porque los números de casos que se manejan parece ser que son la punta del iceberg y el problema es de mucho mayor calado, siendo el turismo masculino occidental el principal demandante de esta lacra que dinamita la infancia de cientos de miles de seres. Los/as menores que pasan por ese trance sufren secuelas psicológicas y físicas de por vida, algunos/as contraen enfermedades como el sida y muchas niñas acaban con embarazos no deseados.
No hay medias tintas con esto, o se protege a los menores, futuro de nuestra sociedad y dejamos de frivolizar con un tema como éste o nos cargamos la humanidad misma. Y por lo que a mí respecta, haya hecho literatura o contando su vivencia, sea como fuere, las palabras de Sánchez Dragó, que tan abominables e inconscientes me parecen, las califico, no como simples maledicencias sino como auténtica mierda embalsamada y editada apestando a bajeza moral y marketing fétido.