Nazis suecos
conocerán a Stieg Larsson, el autor de la trilogía Millenium. A pesar de escribir una historia que ha roto las previsiones de todas las editoriales y de haber muerto sin conocer el éxito, dejó una compañera sentimental que no ha podido cobrar ni un euro de la millonaria herencia. Y todo por no haberse casado y por una ley, la de la moderna y admirada Suecia, que no garantiza derechos si no se ha pasado antes por el juzgado. La cosa es que Stieg y su compañera Eva no lo hicieron porque el periodista y escritor era un azote de los nazis de su país, tan presentes en su obra como en la conciencia de algunos. Y les temía más que a un nublado por lo que podían hacerles y porque, cual célula durmiente, siempre pensó que los de la esvástica saldrían del armario un día de estos con ropaje legal y con el discurso adaptado a los tiempos, dígase, por ejemplo, rechazo al extranjero. Y así ha sido. Un partido que defiende reducir la inmigración en un 90% y sacar a Suecia de la UE llamado Demócratas de Suecia, vinculado a otro anterior que se llamaba Bevara Sverige Svenskt (Mantén a Suecia sueca) de raíces neonazis, ha entrado en el Parlamento tras las elecciones del domingo. Es lo que tiene el relativismo histórico, que con el tiempo se termina por edulcorar la peor de las barbaridades y lo demás está hecho. En versión castiza, ahí le tienen al mismo Sánchez Dragó que, por revisar, ha terminado diciendo que la España de Franco era "un país abierto, alegre, divertido y más libre en lo menudo que el de ahora. Basta de mentiras". ¿A qué llamará "menudo" este peligroso personaje?