Como iba diciendo, cuando uno busca la oferta cultural que no corresponde a nuestra pequeña urbe ha de salir fuera. Acabo de volver de Londres, y al visitar el centro de cultura Tate Modern pensé si Tabakalera tendría ese aspecto, y si no sería una quimera disponer de un centro de esas características en esta ciudad. Al aterrizar me he topado con unas pistas. Porque una vez esquivadas las cenizas del volcán islandés, me encuentro con la nube de humo de Tabakalera, tan plomiza que impide la visión del desastre. Habrá que aguardar un tiempo para saber qué tajada se saca de esta merienda de negros. Y es de estos últimos de quien yo voy hablarles -como bien cantaban los Huajolotes-, de esos inmigrantes que tan bien se mueven por la capital británica. Me sigue llamando la atención cómo en una ciudad con millones de inmigrantes, hablando hasta 300 idiomas, se entiendan de esa manera. En Donostia, una ciudad con apenas un 6% de población inmigrante, las cosas se empiezan a enturbiar. Y aunque parece que todavía podemos coexistir, casos como el del vecindario de Gros movilizándose por la última oleada de robos -perpetrados, parece ser, por recién llegados- demuestra que el choque siempre acarrea daños colaterales. La memoria es frágil, pero juraría que nunca me han atracado tanto como en la Donosti de los 80. Pero claro, entonces eran nuestros entrañablesyonkisdelaesquina, y no los putosmoromierdas los que delinquían. También en este tema será cuestión de tiempo saber si superaremos el trance como lo han hecho otros. Porque si el imperio inglés se ha tragado su flema y el francés su chauvinismo, nosotros podremos con nuestro txominismo. Habrá que ayudar a la memoria, porque parece que muchos han olvidado cómo lo pasaron sus padres cuando llegaron a aquellas vascongadas. Ni tampoco olvidarse de aquellos indianos que triunfaron en las Américas. Como me suele decir una nueva donostiarra: al que no está acostumbrado a bragas, las costuras le hacen llagas.