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De cepillado a castración

yo creía que los catalanes eran los buenos y la gente de aquí éramos poco más que demonios. Y miren que a mí la luz de aquella tierra me encanta, que mis mejores amigos andan por ahí, y que cada años cumplimos con la visita al paseo de Gracia, pero con todo el fair play, toda la mano izquierda, toda la habilidad atesorada por un pueblo fenicio como aquél, con la astucia y la habilidad que les caracteriza para salir airosos de todos los marrones, se han desayunado con que será un juez andaluz que acude con desparpajo y puro en mano a ver las corridas desde los burladeros de las plazas de toros que sólo ocupan los privilegiados, los señoritos de toda la vida y Los Morancos, quien decidirá si lo suyo es estado, un hecho nacional, un provincia con ventajas o si se equiparan con La Rioja. Así de crudo amigos. Ellos, el pueblo catalán me refiero, aparentemente lo hicieron todo según las normas: discutieron a fondo el nuevo Estatut, lo aprobaron en el Parlament todos a una, lo llevaron a referéndum (¡suerte la de algunos!) y luego se fueron a Madrid. Y allí se toparon con que lo del hecho diferencial, como que no sé de qué me habla; que allí lo llaman cepillado y que si te quejas para eso está el Constitucional, que se toma su tiempo para pensárselo pero siempre juega de parte. Ahora, el hombre que tiene la misión de resolver este embrollo, Guillermo Jiménez, prepara un texto con tres variables. La más ligth pide que se cambie la expresión "símbolos nacionales" por el de "símbolos de Catalunya" y de las más duras no se habla porque en vez de cepillado sería castración. Y eso que ellos, eran los buenos...