lo que les cuento, me lo encontré por casualidad haciendo zapping en la inabarcable oferta de la tele con tedeté. Me paré sólo un par de segundos a verlo porque para disgustos, ya tenemos los que nos da la vida sin pedirlos y no están los tiempos para flagelarse, pero el cabreo aún me dura. La cosa es que me topé con el plató del programa Uyyy! (sin exclamación inicial) donde un par de tías exponían sus encantos personales, deduzco que para atraer a la audiencia, a base de abundantes escotes y aspecto de leonas. Sólo fueron unos segundos, los justos para inclinar un par de veces la mirada hacia la parte alta de la pantalla y comprobar que, efectivamente, no me había ido del país y que estaba en el canal del pajarito. No habían vuelto las mamachichos ni había topado con uno de esos infumables programas donde se rifa cualquier cosa con tal de que las señoritas atraigan la atención y no se vean las trampas del sorteo. No me vean como una mojigata, ni crean que nací ayer, pero esto no lo esperaba. Si de lo que se trata es de volver a los viejos y caducos estereotipos, refugio de mentes que se niegan a avanzar, donde las mujeres son el adorno ideal que acompaña al deporte macho-muy macho, pues que nos lo digan porque yo creía que eso, como los calendarios de las tías en bolas que formaban parte de la decoración de garajes y almacenes, era cosa del pasado. Porque la pasión por el deporte, amigos y amigas de la etebé, es algo mucho más serio que todo eso, a no ser que estén buscando por el lado más burdo y primario el cariño de una audiencia que, por el momento se les resiste. Y si es eso, que nos lo digan, please.