Ha transcurrido un año desde que Basagoiti afirmase frente a una cámara de ETB que "aquí se da bola a ETA". Tras el cambio en el ente público ya no suenan voces incendiarias como la de Alvarez-Solís y un largo etcétera, y me pregunto a qué se le da bola ahora. Si acaso alguien se está tocando las bolas, o es que al espectador se las han tocado demasiado. Porque en la dictadura del audímetro -injusto baremo para medir la ¿calidad? de un medio público-, los datos indican que los programadores no dan pie con bola. Como ningún responsable entona el mea culpa, el fallo debe ser un problema estético de los televidentes. O de las productoras, guionistas, actores, periodistas, o de todos y de ninguno. Difícil diagnóstico. Lo que ha quedado claro es que la lavativa aplicada no ha ayudado a la mejora del enfermo. Y mientras asistimos a la clásica pelea de barro político, un programa líder como Wazemank es arrastrado por la parrilla hasta hacerlo desaparecer. Insólita decisión. Como la de apostar por el anacrónico Aspaldiko! frente al panorámico Pásalo!. Un apagón ilógico a todas luces. La fuga de cerebros tampoco ayuda, con esos vascos enseñando a millones de españoles a guisar contando chistes, a utilizar una ingletadora telescópica, o a hacer el "delfín" en el jacuzzi de GH.
Entre el desánimo vigente, cabe preguntarse qué función cumple una televisión autonómica si ésta no dispone de voz propia y zozobra en la amalgama. Si merece la pena invertir en un carísimo megáfono propagandista, en lugar de difundir cultura y entretener. Lo que está fuera de duda es que, nos guste o no, la televisión es el espejo en el que nos reflejamos. Así son las cosas, y así nos las quieren contar. Si esta es la tele que nos merecemos, creo que ya hemos recibido nuestro merecido. Umberto Eco decía que las posibilidades de cometer errores son infinitas. Aunque si hasta la fecha se ha hecho todo tan mal, imaginen todo lo bueno que queda por hacer. La respuesta, después de la publicidad.