Los cristianos estamos acostumbrados a ver las imágenes de Cristo en su cruz, a menudo con cierta insensibilidad. La iconografía occidental, nuestra riquísima cultura, nuestra su religión, en la que se fundamenta, aunque a veces en modos laicos hoy, con fervores y teatros, artes populares para la semana cumbre del cristianismo. La Semana Santa, especialmente en muchos lugares de España, pasea por nuestras calles, entre flores, músicas, desgarrados cantos y dorados, las múltiples figuras del mismo crucificado, azotado, coronado con espinas, seguido por su madre, deshecha en lágrimas. Es decir, la de un hombre que los fieles consideran Dios, divinizado, que sufre una de las más espantosas torturas. Lejos de ser un rito de crueldad, nada tiene que ver con la ocurrencia de pasear la efigie de un ahorcado o de alguien que sufra tormento en otras sociedades; no suele darse pues es muy desagradable. Sin embargo, nosotros lo hacemos y es porque así, con el psicodrama de la Pasión, se fomenta la compasión, el amor, la reflexión sobre nuestras vidas y lo que hemos de enderezar, lo que hacemos mal y cómo a veces el inocente, el que dice las más claras verdades, es quien resulta ejecutado pues preferimos un mundo de mentiras, como el de nuestra economía o nuestra política. El Mesías fue triturado por los poderes de su tiempo, por los hipócritas, a los que puso más de una vez en evidencia. Los hipócritas de nuestro tiempo siguen gobernándonos y destruyen el país que habitamos, sirviendo a intereses de grupos reducidos, ávidos de mantenerse en los tronos y entre riquezas, aunque hablen de los obreros y les usurpen el nombre de sus manos endurecidas por el trabajo. Nuestro Gobierno ha aumentado más que nunca la venta de armas a diversos países, aunque luego vaya simulando una careta pacifista, pero también permite que haya industrias y comerciantes con sello español que vendan sistemas de tortura; mas no teman, dirían, si hablasen claramente, porque sólo se usarán fuera y es obra del comercio libre de nuestros ciudadanos. Un ejemplo más de las ministras que visten las ropas más lujosas y quieren anonadar a las reinas para luego decir que defienden a los más pobres; que sufren por el daño que se hace a los toros en las corridas aunque permiten sin control alguno que se destruyan a los seres humanos en el seno de sus madres; un Gobierno de hipócritas, como tantos hemos tenido, de diversos colores, que vociferan unas cosas para hacer luego otras. Gentuza de ideales lascivos y torcidos por el propio interés, como tantos en la vida cotidiana dicen una cosa para hacer luego lo contrario. Mientras el Señor de la paz pasa por las calles predicando mudo el amor a todos y a todo, nosotros le robamos las palabras y nos las arrojamos unos contra otros. Perdón de Dios, sí, pero hay que hacer el propósito de enmienda y cambiar lo que va mal. Para eso se han elaborado, con siglos de sabiduría, estos días de fiesta, para reflexionar, meditar, mirar hacia adentro, gracias al arte y a las fiestas que nos rodean. La tortura del Mesías, así, se torna en belleza y da frutos de amor, no así otras, atroces, fruto de economía o políticas.
Ilia Galán