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"ZP" en su torreón

YO, si fuera Zapatero no saldría de casa. No sabría cómo afrontar que más de cuatro millones de personas me fueran preguntando por la calle que qué hay de lo mío, pero claro, gente como Zapatero quizá ya no ande por la calle como usted y como yo. Dice el siempre clarividente Enric Juliana en su comentario de La Vanguardia que al morador de La Moncloa le ha entrado el síndrome que lleva el nombre del palacio en el que vive, ya saben, el mismo que atrapó a González y Aznar y cuyo síntoma más visible es que terminan viendo conspiraciones en todas las esquinas, traidores en cada pasillo y complots en cada comentario periodístico. Por cierto, chapeau por los colegas gallegos que a cuenta de otro hijoputa que alguien soltó por allí han afilado los colmillos advirtiendo a los políticos que, si les toman por cabrones, es que algo estarán haciendo bien. La cosa es que el presidente del Gobierno ya no quiere cerca a nadie que le haga frente y sólo admite en su equipo a gente que le diga amén. Ya lo imaginábamos con los desastres que va acumulando en las últimas semanas, pero que te lo confirmen así, negro sobre blanco, reconforta. Ahora ya sabemos que sólo hay palmeros alrededor de quien toma las decisiones y eso es aún más grave que el bajón del PIB y los dos años más que nos va a tocar currar juntos. Un gobernante aislado es que está ya fuera de toda órbita, de ahí que me incomode ver estos días a tanto alto cargo del coche a la moqueta y de la moqueta al hotel, sin posibilidad de darse una vuelta por lo viejo.