A lo largo de la conversación que mantenemos con Diego Vasallo se desliza en varias ocasiones el adjetivo punk. Puede que a alguien le sorprenda, en boca de quien formara parte, junto con Mikel Erentxun, de uno de los más destacados y aclamados grupos pop de los años 80 y 90, pero lo cierto es que desde que iniciara su carrera en solitario al margen de Duncan Dhu, la trayectoria del músico donostiarra ha transitado a contracorriente por sendas en las que le han guiado la libertad creativa y la búsqueda personal. Durante todo este tiempo, Vasallo se ha dedicado a lo que ha hecho siempre, desde que tenía dieciséis años: a componer canciones (componer canciones y pintar, sus dos grandes pasiones). A menudo las escribe en largas caminatas −ahora por Hondarribia y sus alrededores, donde vive desde hace algún tiempo y donde tiene lugar esta entrevista−, las forja mentalmente en su cabeza con brillantes y afortunadas imágenes en las que canta, con una voz de arena, a la melancolía, al paso del tiempo, al fracaso, a la alegría y a la grandeza oculta en la insignificancia de las cosas y los momentos. “Mi historia es todo lo que me queda”, dice, por ejemplo, en uno de sus temas. Una frase que mira paradójica al mismo tiempo hacia atrás y hacia delante y que podría servir como divisa personal. 

¿Cómo recuerda su niñez, tenía ya inquietudes artísticas? ¿Y es cierto que estas tenían más que ver con la pintura que con la música?

Efectivamente, en mi caso mis vocaciones más innatas han sido siempre, desde crío, el dibujo y la pintura. Yo era el típico chaval que estaba siempre dibujando y la verdad es que se me daba bien. Era muy evidente, todo mi entorno tenía claro que me iba a dedicar a algo relacionado con las artes plásticas, hasta que se cruzó la música, ya en la adolescencia. Pero mis dotes más intuitivas o artísticas tenían más que ver, como digo, con la plástica. Era un devorador de cómics, por ejemplo, y, de hecho, hice alguno, que no he conservado, por desgracia, para algún fanzine de la época, un formato que me encanta, por cierto, el del fanzine, las fotocopias grapadas… Los fanzines tenían un espíritu muy punk, muy salvaje, muy libre…

Su primer grupo, hablando de cómics, fueron Los Dalton, precisamente. ¿Como acaba ahí?

Ya de adolescentes nos gustaba muchísimo la música, íbamos a bares a oír música, comprábamos muchos discos, y la primera incursión fue un grupo que montamos algunos amigos, compañeros de colegio, que era Los Dalton. Ese fue el primer tímido comienzo, como instrumentista o intérprete. Tocábamos todos fatal, claro.

¿Cómo recuerda el ambiente musical en Donosti en aquella época, a principios de los 80?

Con mucho cariño, la verdad, y alguna dosis de nostalgia, era un ambiente muy afable, nos conocíamos todos y éramos muy amigos, íbamos a ver los conciertos de los otros grupos... Por entonces se tocaba mucho en los salones de actos de institutos y colegios, algo que se ha perdido y que me da pena, porque estaba muy bien, era muy divertido.

¿Conoció por entonces a Mikel Erentxun?

Sí, fue por medio de su hermana, Leire, a la que conocía de la cuadrilla, de los bares del centro de Donosti a los que solíamos ir, y me lo presentó en alguno de esos bares, no recuerdo exactamente dónde ni cuándo. Con Mikel nos solíamos encontrar de vez en cuando y, al poco tiempo, yo creo que nos vio, no sé si en algún ensayo de Los Dalton, y me propuso formar Duncan Dhu.

"Duncan Dhu fue mi grupo de juventud. Echo de menos la bohemia donostiarra”

Un grupo que enseguida se convirtió en un fenómeno de éxito. ¿Tiene la impresión de que sucedió todo muy rápido?

Sí, fue bastante rápido, pero también tuvimos nuestro período de aprendizaje y formación, de tocar en antros y cuchitriles, con unos medios lamentables, pero sí es verdad que con el segundo disco que publicamos las cosas se comenzaron a disparar. Con el primero nos movíamos en la escena de cualquier grupo underground, pero con Canciones, en el que salió como single Cien gaviotas, todo empezó a crecer muy deprisa.

¿Cómo vivieron eso?

No fue fácil, éramos muy jóvenes, no teníamos ni veinte años y nos pilló por sorpresa y muy poco preparados, sobre todo musicalmente, tuvimos que aprender todo a marchas forzadas sobre el escenario, haciendo conciertos malísimos, sonando fatal… Nosotros éramos un grupo de pub, de bar, donde nuestro sonido funcionaba muy bien, tocando en formato acústico y de una manera, digamos, muy poco profesional, con un espíritu en el fondo muy punk. Y el salto de esos escenarios pequeñitos a otros mucho más grandes, con buenos equipos, nos costó.

¿En una situación así, en esa vorágine del éxito, se llega a pensar que se pervierte el espíritu inicial del grupo o que se pierde el control sobre su carrera?

Curiosamente, el grupo, tal y como lo ideó Mikel, porque Duncan Dhu fue una idea musical de Mikel, estaba pensado para aforos muy pequeños, nunca imaginamos que íbamos a tocar en sitios grandes, a los que era muy difícil trasladar nuestro sonido −una guitarra acústica, un contrabajo y una caja de batería con escobillas−. Así que fue un aprendizaje rápido y violento. Pero yo no diría que se nos fue la carrera de las manos, al menos al principio.

Cuando usted inicia su camino en solitario, con Cabaret Pop, ¿qué siente, liberación, necesidad de búsqueda, vértigo?

Cabaret Pop fue como una especie de experimento que aproveché para introducir una serie de cosas que no tenían cabida en aquella época en Duncan Dhu, como la electrónica, la música de baile, los secuenciadores, las cajas de ritmos… Yo siempre he sido bastante inquieto y siempre he sentido la necesidad de ir probando todo lo que me iba gustando. Con los años me he dado cuenta de que hay que tener un poco de cuidado con eso, porque cometes muchos errores y te estrellas bastante a menudo, a mí me ha pasado varias veces. Cabaret Pop duró muy poco tiempo, pero fue un grupo con el que experimenté con todo lo que quise y yo creo que no estuvo mal. 

"Cuando me preguntan de qué van mis temas no sé muy bien qué responder”

¿Fue también una época de transición? 

No sé, porque fue algo extraño en mi trayectoria, no tuvo mucho que ver con lo que hice después, en realidad, más que una transición lo veo como una urgencia, o un privilegio que tuve, de poder hacer lo que quise. Tuve una libertad absoluta, la compañía me dio carta blanca, no me pusieron ninguna pega, y la verdad es que funcionó bastante bien. Era otra época, se vendían bastantes discos, hoy me imaginó que sería de otra manera, que tendría que hacerlo en mi casa, de una manera más amateur.

Ahora, curiosamente, con los discos posteriores a Cabaret Pop, ha vuelto a tocar en sitios más pequeños, de una manera más íntima. ¿Siente que se encuentra en el lugar en el que quería estar, en el que se ajusta mejor a su forma de ser y su música?

Con los años o la experiencia aprendes a acomodar lo que quieres hacer a tus capacidades, ahora sí hay un mayor equilibrio entre expectativas, resultados, mi capacidad a la hora de componer, grabar... Me siento más dueño de lo que hago, controlo más mi trabajo, pero me ha costado muchos años de aprendizaje. Otra cosa distinta es si me gustaría llegar a más gente, hacer más conciertos, claro, me encantaría, pero he aprendido a trabajar con lo que hay, me amoldo a las circunstancias, y procuro seguir explorando, con mi mucha o poca capacidad, para trabajar en discos y canciones.

Supongo que también hay todavía muchos fans de Duncan Dhu que le reclaman canciones del grupo, o a los que sus trabajos en solitario decepcionan o desconciertan...

La gente no sé si a veces se olvida o no sabe que tengo bastantes más discos propios que con Duncan Dhu, y Mikel también, yo tengo ya una carrera (bueno, no sé si llamarlo así, porque nunca ha sido una carrera musical al uso), pero sí una discografía en la que Duncan Dhu ya no tiene cabida. Duncan Dhu duró dieciocho años y yo llevo ya veinticinco haciendo otras cosas. Lo que empecé a hacer en solitario va por otros derroteros, no tiene ningún nexo con Duncan Dhu. Duncan Dhu fue mi grupo de juventud.

Vasallo mantiene su libertad creativa través de sus pasiones: música, poemas y la pintura. Arnaitz Rubio

En sus canciones ha ganado cada vez más peso la voz, ¿es una manera de poner en el centro las letras, que son una parte fundamental de esas canciones?

En mi caso empecé a cantar sin tener mucha vocación de cantante, pero en realidad creo que cualquiera que escribe canciones es inevitable que las acabe cantando, es lo más natural. Yo nunca me vi como un cantante, pero con el paso de los años vas aprendiendo, vas conociendo tus capacidades y limitaciones, y sacándoles partido. Sí es verdad que en mi caso ese tipo de cosas que hemos hecho desde hace ya varios discos, como cantar en tonos más graves o poner la voz en primer plano, buscan dar más protagonismo y peso a las letras, eso sí ha sido algo intencionado y creo que es una de las cosas que quizás da más carácter a mis discos en solitario.

Usted es un gran letrista, en sus canciones siempre hay hallazgos, imágenes sorprendentes... ¿Cómo es el proceso de composición?

Sigo componiendo un poco a la manera que ha sido más usual en el mundo del rock, que es tener primero una melodía o línea armónica y construir sobre eso la letra. En el mundo de la canción de autor, el proceso suele ser a menudo al revés, primero la letra y luego la música, así, por ejemplo, trabajaba Rafa Berrio. Yo tengo una especie de esbozo musical, y sobre eso voy construyendo estrofas, versos, de una manera bastante lenta y farragosa, no me suelen salir las letras del tirón, muchas las voy escribiendo en mis caminatas, casi verso a verso. Caminar, no sé por qué, es una actividad que me ayuda en ese sentido, he escrito muchas canciones caminando.

Ha citado a Rafael Berrio, de alguna manera formó parte de una bohemia donostiarra, muy talentosa, en la que se reunían Karmelo Iribarren, Sanchís y Jocano, el propio Berrio…

A Rafa Berrio se le ocurrió hacer, porque estaba muy aburrido, así me lo contó él, una tertulia que al principio se reunía en el Círculo Riojano, del que era socio, y allí iban Karmelo Iribarren, Pablo Casares, Joserra Senperena, Detritus… Pasó mucha gente y fue cambiando de sitio, de hecho, se acabó llamando La tertulia errante… Respecto a ese ambiente bohemio que comentas siempre he pensado que había una especie de Donostia subterránea muy atractiva, que se movía por Egia, Amara viejo, en tascas de vino, y era curioso porque sin dejar de ser muy donostiarra a la vez se salía del estereotipo. Sí, sí que he conocido ese ambiente y lo echo un poco de menos.

El mundo en que usted se mueve, los temas de sus canciones son universales: balances vitales, el paso del tiempo, la melancolía... 

Sí, nunca me he considerado un narrador, nunca he sido capaz de escribir algo narrativo, ni en las canciones ni fuera de ellas, soy más como un buscador de imágenes y sensaciones, y mis canciones están hechas sobre eso. Cuando me preguntan de qué van mis canciones no sé muy bien qué responder, no hay un tema, en ellas intento más bien expresar estados de ánimo, a través de imágenes que conduzcan a ellos, y eso a veces resulta algo abstracto, y al mismo tiempo muy universal, en realidad estás hablando una y otra vez de lo mismo, del paso del tiempo, de la vida, los recuerdos, el pasado, el futuro, de la melancolía, de la frustración, de la alegría… Siempre he huido conscientemente de temas demasiado centrados en la actualidad y tengo pavor a utilizarlos, es algo que no va conmigo, soy incapaz de hablar de un tema que esté candente, porque es fácil caer en el discurso un poco panfletario o vulgar. Y eso que soy una persona a la que le interesa mucho la actualidad, soy de escuchar mucho la radio, leer prensa, pero no me sugiere nada a nivel de composición de canciones, yo creo que me acerco a las canciones de una manera mucho más tangencial y que del tono de ellas se puede desprender una mirada al mundo y qué estás interpretando sobre él, es una forma mucho más elíptica de expresar en realidad esa visión del mundo, aunque haya que leerla entre líneas.

Músico de origen, Diego Vasallo ha publicado varios poemarios y también pinta. Arnaitz Rubio

Es un acercamiento a la música que tiene que ver más con la poesía. Sin embargo, en su web se define como músico y pintor, pero no como poeta.

No me considero poeta. Habría que preguntarse realmente qué es ser poeta, porque es un término escurridizo y difícil de aprehender, a mí lo que me gustaría es que hubiera poesía en la obra en general, no me considero poeta a la manera de un poeta que escribe poemas, pero me gustaría que hubiera poesía de alguna manera en mis canciones e incluso en mis cuadros, por eso no me considero poeta, porque mi actividad más cotidiana no está en realidad centrada en escribir. 

Pero sí lo ha hecho, uno de sus libros se titula Canciones que no fueron. ¿Cómo discrimina un poema de la letra de una canción?

En realidad es bastante fácil, porque mis textos poéticos, por ejemplo, son siempre escritos en terrazas, en viajes, en el tren, en el topo, son como apuntes que sé que no van a ser canciones, textos híbridos entre el poema, la narrativa breve, el aforismo… Es un cruce de géneros que me gusta mucho, esa especie de territorio en el que cabe todo, textos descriptivos, narrativos, filosóficos... Pasa lo mismo con el género del diario, que me atrae mucho, porque a mí cuando un autor me gusta quiero saber todo sobre él, dónde duerme, qué come, cómo viaja… Yo creo que es muy difícil separar la obra y la vida del artista, me interesa mucho esa parte cotidiana, bueno, del artista y de cualquier persona, me parece fascinante lo insignificante de la vida diaria, me atrae mucho más que las grandes cuestiones, pero en realidad porque ahí, en lo pequeño, están esas grandes cuestiones de la vida. 

Varios de sus trabajos contienen la palabra canción en su título −Canciones en ruinas, Canciones de amor desafinado−. ¿Qué le atrae de la canción como artefacto artístico?

Yo realmente, que me dedico a esto desde que tenía dieciséis años, lo que más he hecho en mi vida ha sido escribir canciones. Si tuviera que decir cuál es mi oficio sería ese, escribir canciones. La canción es un género fascinante, incluye varias disciplinas, el texto, la música, y es además un género, una forma de comunicación muy antigua, las canciones transmitían mitos, leyendas, advertencias; la canción es algo muy amplio, algo que puede tener un valor utilitario, o ser intrascendente, puede ser una celebración, es algo muy maleable, algo que siempre ha tenido para mí ese atractivo de ser considerado un género menor en las artes, como un primo o hermano menor de la poesía, un objeto de consumo, sin tanto reconocimiento, con ese espíritu callejero...

Y es también algo muy inmediato...

Sí, es, en fin, un gran invento, utilizar palabras con una melodía, una base musical, es una gran idea, porque llega de manera inmediata pero también muy contundente, es un artefacto dirigido a los sentidos, y eso es un arma muy poderosa. Siempre me he dedicado a eso y es algo tan innato que, aunque no quiera, me acaban saliendo canciones.

¿Le sucede lo mismo con la pintura?

Sí, me pasa lo mismo, tengo etapas en las que igual no pinto tanto, pero siempre acabo volviendo al dibujo, a tomar apuntes en cuadernos. Me gustan los cuadernos de artista, cuadernos inacabados, con esbozos. Escribir canciones y pintar son las dos cosas que he hecho durante toda mi vida. Cuantos más años tengo me doy cuenta de que tampoco sé hacer muchas más cosas. Por eso sé que siempre seguiré haciéndolo, seguiré pintando y escribiendo canciones. 

PERSONAL

Nacimiento: Donostia, 2 de abril de 1966.

Trayectoria: Se inició musicalmente en Los Dalton, grupo de adolescencia que acabaría fusionándose con Los Aristogatos, al frente del cual estaba Mikel Erentxun. Junto con él y el batería Juan Ramón Viles formarían Duncan Dhu, grupo con el que grabaría doce discos. En 1997 inició su carrera en solitario con Cabaret Pop, experimento con el que firmó tres discos, y al que seguirían once trabajos, ya con su propio nombre, Diego Vasallo. El último es Caemos como cae un ángel. A lo largo de 2023 publicará un nuevo EP. Como pintor ha participado en varias exposiciones colectivas y realizado otras individuales. La última de ellas se titula Rastros y huellas: la mecánica del azar. Ha publicado varios poemarios, como Canciones que no fueron, o Al margen de los días, en el que reúne sus tres pasiones: pintura, canciones y poemas.