Europa ante la paz: el reto de reconstruir Gaza y sostener la esperanza
La reconstrucción de Gaza y la estabilidad regional dependerán, en gran medida, de la coherencia europea entre su discurso de derechos humanos y su acción en el terreno
Tras meses de mediación internacional, Israel y Hamás han alcanzado finalmente un acuerdo de alto el fuego bajo los auspicios de EEUU, con el apoyo diplomático de Egipto, Catar y la UE. El pacto, que incluye la liberación de rehenes y la apertura progresiva de los pasos fronterizos, abre un nuevo escenario en Oriente Medio tras una década de violencia cíclica y devastación humanitaria en Gaza. Bruselas, que fue durante años el principal donante civil en la Franja, se enfrenta ahora al desafío de convertir su poder financiero y normativo en una fuerza política real para la paz. La reconstrucción de Gaza y la estabilidad regional dependerán, en gran medida, de la coherencia europea entre su discurso de derechos humanos y su acción en el terreno. La UE tiene ante sí la oportunidad –y la obligación– de pasar de ser un espectador solidario a un actor estratégico.
LA GOBERNANZA POSCONFLICTO
La UE llega a este momento con una doble herencia: la de un socio económico fundamental para los palestinos y la de un mediador cuya voz, pese a su peso financiero, ha sido a menudo secundaria en los procesos de paz. Durante los años de bloqueo y guerra, Bruselas ha sostenido la supervivencia de Gaza mediante ayuda humanitaria y cooperación técnica, pero sin capacidad real de influencia sobre las decisiones militares o políticas de las partes. El nuevo alto el fuego, fruto de una negociación en la que Europa ha sido más testigo que arquitecta, obliga a redefinir ese papel. El reto inmediato es garantizar que la ayuda no se diluya en un ciclo de destrucción y reconstrucción, sino que sirva para edificar instituciones civiles sólidas, restablecer servicios básicos y reabrir la economía gazatí. La UE deberá ejercer un liderazgo compartido, pero firme, en la gobernanza del posconflicto.
DIPLOMACIA Y RECONSTRUCCIÓN
Más allá de la reconstrucción material, la contribución europea será esencial en el terreno político. Bruselas, junto a los Estados miembros, puede y debe impulsar un marco multilateral que dé continuidad al alto el fuego y siente las bases de un proceso de reconciliación interno palestino y de diálogo sostenido con Israel. Esto implica condicionar la ayuda y los acuerdos comerciales al respeto del Derecho Internacional y a la protección de los civiles, pero también ofrecer incentivos claros: inversiones, apertura de mercados, cooperación tecnológica y garantías de seguridad. La experiencia de los Balcanes o de Ucrania demuestra que la Unión puede combinar diplomacia, reconstrucción y reforma institucional en un mismo paquete de estabilidad. Esa capacidad debe trasladarse ahora a Oriente Medio, donde la paz no se medirá solo por la ausencia de guerra, sino por la creación de un horizonte común.
PRUEBA DE MADUREZ PARA LA UE
La reconstrucción de Gaza será, en última instancia, una prueba de madurez para la política exterior europea. El liderazgo de Kaja Kallas al frente de la diplomacia comunitaria y el impulso del nuevo ciclo institucional en Bruselas ofrecen una oportunidad para definir una posición más unificada, autónoma y visible en la región. Europa dispone de los instrumentos –económicos, diplomáticos y humanitarios– para actuar como garante creíble de la paz, pero necesita voluntad política y coherencia estratégica. Si logra conjugar ambos factores, podrá recuperar el sentido de su promesa fundacional: convertir la cooperación en paz duradera. De cómo la Unión Europea gestione esta posguerra dependerá no solo el futuro de Gaza, sino también su propio papel en un orden internacional que exige menos neutralidad y más responsabilidad.