Uno más en la serie
El calendario apremia, tanto por limitaciones de edad como políticas: a sus 79 años es el segundo presidente de más edad en la historia del país detrás de su predecesor Joe Biden, nacido tan solo cuatro años antes que él
El presidente norteamericano Donald Trump vuelve a apretar las tuercas en su política nativista y conservadora, lo que produce irritación y rechazo en muchos lugares de Europa aunque sus acciones se asemejan a la tendencia que se extiende también por nuestro continente, donde los gobiernos y los partidos conservadores van ganando influencia y poder.
Muchas de las cosas que Trump propone o hace concuerdan con las posiciones de muchos de sus predecesores norteamericanos que también intentaron reducir la inmigración a Estados Unidos o limitar la capacidad de actuación de grupos políticos rivales, pero con una gran diferencia: los medios de comunicación y la rápida divulgación de noticias de hoy en día, le permiten dar a conocer sus actividades e ideas como no había sido posible hasta ahora.
Así, por ejemplo, en cuestiones migratorias las posiciones de Trump no son muy distintas de las que tienen algunos líderes europeos, por no mencionar al británico Nigel Farage, quien lleva ya décadas defendiendo limitaciones a la inmigración en el Reino Unido, además de otras medidas conservadoras.
Hoy en día, gobiernan partidos de derecha en seis países europeos y van ganando importancia en otros, como Holanda, Alemania, Suecia o nuestra vecina Francia.
En el caso de Trump, sus tendencias llaman mucho más la atención por la posición dominante que Estados Unidos ocupa en el mundo occidental, además de su actitud personal que tiende hacia el bombo y la exageración.
Todo eso magnifica la percepción internacional de sus convicciones políticas, aunque las de hoy no son las de ayer: han ido evolucionando a lo largo del tiempo y a tenor de las tendencias del momento. Trump no fue siempre conservador sino que coqueteó con diferentes partidos y tendencias. Incluso se apuntó al Partido Demócrata al que se afilió en 2001 y permaneció durante ocho años.
Y no fue solo él, sino también su familia, hasta el punto de que algunos de sus parientes no pudieron votar por él en las primarias de 2016 porque no les dio tiempo a retirarse del Partido Demócrata y trasladarse a los rivales republicanos.
Quizá lo más llamativo en la política de Trump es la persistencia y agresividad con que persigue sus fines: las tendencias “nativistas” que han mostrado varios presidentes a lo largo de la historia norteamericana, parecen llevarlo cada vez a posiciones más extremas, como es su última propuesta de eliminar el derecho a la ciudadanía para muchas personas nacidas en Estados Unidos, algo incorporado hace casi más de siglo y medio a la Constitución norteamericana, con la enmienda 14, aprobada en 1868.
Bush interpreta esta enmienda como un intento de integrar en su día a los esclavos liberados dándoles la ciudadanía norteamericana, algo que se extendió luego a cualquier otra persona nacida en el territorio del país, con muy pocas excepciones, como los hijos de los diplomáticos asentados en el país.
Su intento de eliminar este derecho y limitarlo a quienes sean hijos de por lo menos un ciudadano o residente legal, va camino de ser considerado por el Tribunal Supremo, un organismo de nueve magistrados, de los cuales seis son de tendencia conservadora y tres de ellos fueron nombrados por Trump.
Para algunos resulta sorprendente la actitud antiinmigrante de un hombre que se casó repetidamente con mujeres extranjeras: tan solo la segunda de sus esposas, Marla Maples, era norteamericana pero tanto la primera, Ivana Trump, como su actual cónyuge, Melania Trump, eran europeas, una de Checoslovakia y la otra de Slovenia.
Algunos atribuyen la agresividad e hiperactividad de Trump a un exceso de energía, pero quizá pesen tanto o más las prisas políticas.
El calendario apremia, tanto por limitaciones de edad como políticas: a sus 79 años es el segundo presidente de más edad en la historia del país detrás de su predecesor Joe Biden, nacido tan solo cuatro años antes que él.
Mayor aún es la prisa política: en poco más de un año, el Partido Demócrata podría recuperar la mayoría en una de las dos cámaras del Congreso, lo que dejaría a Trump maniatado políticamente, y volvería a enfrentarlo a una avalancha de pleitos y denuncias que consumirían sus últimos dos años de poder como ya ocurrió con su primer mandato de 2016 a 2020.
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