Las elecciones del próximo martes a la Casa Blanca entre la demócrata, Kamala Harris, y el republicano Donald Trump se decidirán en un puñado de estados considerados electoralmente clave, concretamente en siete. Son en los que los candidatos más se han dejado ver, donde los partidos han invertido casi todo su dinero y en donde estan puestos los focos mediáticos.
El sistema electoral estadounidense se basa en un cuerpo de 538 compromisarios que se eligen en los estados en función de su población, conocido como Colegio Electoral. El candidato ganador en cada estado, aunque sea por un solo voto, se lleva todos sus compromisarios en su objetivo de llegar al número mágico que le lleve a la Casa Blanca: 270.
La mayoría de estados están decididos antes de los comicios ya sea por los márgenes que indican las encuestas o por su histórico electoral. Pero la suma de los estados decididos por ambos lados no llega a los 270. Es ahí dónde entran los estados clave, un club selecto que fluctúa elección tras elección, al que los candidatos dedican todos sus esfuerzos durante la campaña y en el que todos los ojos están puestos en la noche electoral. Si bien la mayoría de los estados tienen una tendencia clara de voto, hay siete considerados “bisagra” que podrían decantarse por cualquiera de los candidatos.
Se considera que los demócratas tienen ganado California, Nueva York, Nueva Jersey, Illinois, Hawái, Oregón, Washington, Minesota, Colorado, Nuevo México, Massachusetts, Virginia, Maryland, Delaware, Rhode Island, Connecticut, el Distrito de Columbia, Nuevo Hampshire, Vermont y Maine.
Para los republicanos Texas, Florida, Ohio, Tennessee, Kentucky, Indiana, Carolina del Sur, Misuri, Kansas, Luisiana, Alabama, las Dakotas, Wyoming, Idaho, Iowa, Arkansas, Alaska, Oklahoma, Misisipí, Utah, Virginia Occidental, Montana, Nebraska y el segundo distrito de Maine.
Obviamente, esta predicción no se cumple del todo, ya que siempre se han producido algunos trasvases y raro sería que en estas elecciones no se produzcan. En cualquier caso, si se confirmarse esa previsión, los demócratas partirían con 225 compromisarios y los republicanos con 219. Todo muy reñido y se decantará hacia un lado o hacia el otro en función de lo que ocurre en los estados clave.
En primer lugar están los estados conocidos como el muro azul, esto es, Pensilvania, Míchigan y Wisconsin. Los tres eran un seguro de vida para los demócratas gracias al voto afroamericano urbano y a la clase trabajadora blanca. Hasta 2016, Wisconsin había votado demócrata en las siete anteriores presidenciales, mientras que Míchigan y Pensilvania en seis.
Trump, sin embargo, apostó fuerte en 2016 por los tres (cerrando campaña en Míchigan), apeló al voto rural y a la clase trabajadora blanca desengañada por el cierre de industrias y los ganó por un irrisorio margen combinado de 80.000 votos. Joe Biden los recuperó en 2020 para los demócratas, pero cuatro años más tarde vuelven a estar en riesgo.
De los tres, Pensilvania es la joya de la corona. Reparte 19 votos electorales y se considera que el partido que se la lleve tendrá el camino allanado. Míchigan otorga 15 y Wisconsin 10. Al contrario de los estados del muro azul, Georgia con sus 16 compromisarios y Arizona con 11 parecían una garantía para los republicanos, pero Biden los arrebató en 2020 en un auténtico descalabro para Trump. Ahora los republicanos quieren recuperarlos ante el descontento por el Gobierno de Biden, pero los demócratas buscan seguir explotando cambios demográficos como la migración desde otros estados más progresistas y la movilización del voto joven.
Otro de los estados clave es Carolina del Norte, que se ha inclinado hacia la derecha por décadas. Pero Barack Obama en 2008 o Jimmy Carter en 1976 ya dieron la sorpresa. Con abundantes cambios demográficos, en 2016 y 2020 votó por Trump pero sin mucho entusiasmo, por lo que los demócratas lo ven como su única oportunidad de arrebatar a los republicanos un estado, que además reparte 16 compromisarios.
Población latina
El poderoso dirigente demócrata Harry Reid convirtió Nevada en un feudo que votó azul en seis de los últimos ocho comicios. Sin embargo, la promesa rota del sueño americano entre su clase trabajadora, sumado a los avances de Trump entre la abundante población latina, hace que una victoria del magnate neoyorquino no sea ningún disparate. Reparte seis votos electorales.
Por último, Nebraska y Maine son los dos únicos estados que no dan todos sus compromisarios al candidato más votado, sino que los divide por distritos. Es solo un compromisario, pero puede decidir la elección si se da un (no tan improbable) empate a 269.