Entregado a su público y convencido de su victoria electoral en la primera vuelta que se celebra el domingo, el candidato libertario a presidir Argentina, Javier Milei, cerró ayer su campaña en un abarrotado pabellón del centro de Buenos Aires.

El polémico economista hizo su entrada triunfal a través de la pista donde le esperaban sus fanáticos, envueltos en banderas libertarias, pelucas imitando su particular propuesta estética o disfraces de leones, el animal espiritual de la ultraderecha argentina.

La ruta de Milei en medio de las masas dejó una de las imágenes de la jornada, la del candidato siendo empujado por sus seguidores más acérrimos, convencidos de que el libertario podría convertirse en el próximo inquilino de la Casa Rosada a partir del 10 de diciembre.

Antes, en las pantallas del acto –con un ambiente que recordaba más al de un concierto de rock que al de un acto de cierre de campaña–, el equipo de Milei mostró dos vídeos: uno de ellos con el aspirante hablando a la Nación desde un improvisado despacho presidencial, y el otro una colección de imágenes de explosiones, derrumbes de edificios y demoliciones.

Ya en el escenario, y rodeado de sus colaboradores más habituales, Milei tardó varios minutos en comenzar a desplegar su discurso, aún más encendido que de costumbre y salpicado de constantes idas y venidas desde el atril principal hacia los costados del escenario para encender a la multitud con cánticos y proclamas. “La política nunca fue mi vocación. Hace unos años no consideraba la posibilidad de tener que meterme en este barro. Pero los hechos demostraron que si los argentinos de bien no nos metemos en política, van a seguir arruinándonos la vida”, reconoció en tono grave.