En los últimos meses, China ha emprendido una ofensiva diplomática para erigirse como nuevo mediador global en un intento de afianzar su influencia política y proteger sus intereses, como demuestra el viaje a Europa que inició ayer el representante especial del Gobierno chino para asuntos euroasiáticos, Li Hui.
Ya sea entre ucranianos y rusos, entre iraníes y saudíes o entre israelíes y palestinos, el país asiático media con un pie puesto en sus intereses económicos y otro en proyectar una imagen de neutralidad para desatascar conflictos.
Desde que estalló la guerra en Ucrania, numerosas voces han pedido a Pekín que, dadas sus buenas relaciones con Moscú, utilizara su influencia para detener el conflicto. Pero su propuesta de doce puntos fue vista por Occidente como un guiño a las exigencias rusas.
Tras hablar con sus homólogos de Rusia, Alemania, Francia o incluso Brasil, el presidente chino, Xi Jinping, mantuvo finalmente una conversación con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en la que reafirmó que China respeta “la integridad territorial de los países” y anunció la designación de un enviado especial que viajará a la zona esta misma semana.
De esta manera, apuntan analistas, China busca mantener un delicado equilibrio entre los actores internacionales, especialmente con Europa, a quien demuestra que puede jugar un papel más constructivo en los asuntos que más le afectan.