Yihad Islámica es la segunda fuerza armada más importante del enclave después de Hamás, pero a diferencia del movimiento islamista que, cabe recordar, no participa en este enfrentamiento por ahora, se distingue por su ausencia total en la vida política del territorio.

El grupo, fundado en 1979 por el fundamentalista islámico Fathi Shaqaqi y otros estudiantes palestinos en Egipto, se distingue también por los fuertes vínculos que le unen con Irán, enemigo declarado de Israel en la región.

El primer ministro de Israel, Yair Lapid, recordó el viernes, al principio de los bombardeos, que el secretario general del grupo, Ziad al Najala, se encontraba precisamente de visita en Teherán cuando comenzaron los bombardeos sobre Gaza. El entonces secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, calificó en 2019 al grupo del “representante terrorista de Irán” en Palestina.

Otro alto responsable del grupo, Mohamed Shalah, aplaudió a las autoridades iraníes como el “gran amigo del pueblo palestino”, en una entrevista con Alahed News publicada a mediados del mes pasado, pero desde el grupo se ha especificado que la proximidad con Irán viene dada por su causa común contra Israel y no por convertirse, como apuntó el año pasado el comandante iraní Gholam Ali Rashid, en el posible brazo armado de la república islámica en la Franja de Gaza.

De todas formas, ambos Irán y Yihad Islámica, comparten una larga relación que data desde la revolución islámica de 1979 en Irán, considerada por el fundador de Yihad Islámica como el evento que finalmente desembocaría en la unidad del mundo musulmán.

Ya en los 80, y establecido en Gaza, el grupo comenzaría los preparativos de su primera gran campaña terrorista, que se prolongaría desde mediados de década hasta 1988, cuando su fundador fue expulsado a Líbano, donde reforzó más sus lazos con Irán y el partido milicia chií libanés Hezbolá, aliado de Teherán. Falleció en 1995 en una operación de Israel ejecutada en Malta.

En sus casi 40 años de historia, el grupo, cuya presencia en Gaza es prominente en algunas instituciones religiosas, se ha responsabilizado de más de una treintena de atentados.