Hace menos de menos de tres años Boris Johnson (Nueva York, 1964), con antepasados turcos, franceses y alemanes, conseguía, al lomo del Brexit, uno de sus mayores triunfos políticos. Llevó a su partido a la mayoría más clara desde 1987 (año en que Margaret Thatcher ganó su tercer mandato). 

Johnson, hijo de la élite inglesa, formado en las mejores escuelas del país como Eton, fundada por Enrique VII en 1440 y a la que han asistido 19 primeros ministros, era ya toda una celebridad mucho antes de que consiguiera remplazar a Theresa May. Con un carácter afable y cómico, y a menudo excéntrico, su elevado perfil –construido primero como periodista y luego como parlamentario, alcalde de Londres, ministro de Exteriores y primer ministro– los logros han ido con frecuencia de la mano de ácidas polémicas.

Amado por unos y odiado por otros, Johnson ha sido descrito como un bufón sin principios por sus críticos. Y es que ciertamente el exalcalde de Londres ha sabido sacar partido a su imagen de inglés excéntrico y erudito que no le tiene miedo al ridículo, hasta llegar al cargo más importante del país a pesar de sus numerosas meteduras de pata.

Un estilo desaliñado ejemplificado por su alborotada melena rubia y unas camisas que se le salen de los pantalones son parte de esa imagen. Pero la que mejor simboliza “a Boris siendo Boris” tal vez sea la que dejó al quedarse colgado de un cable mientras celebraba la primera medalla de oro británica en los Juegos Olímpicos de 2012.

Boris empezó su carrera como periodista en el diario The Times, pero fue despedido tras falsificar una cita sobre el supuesto amante de Eduardo II y atribuirla a su padrino, el historiador de Oxford Colin Lucas. De ahí pasó al The Daily Telegraph, para el que fue corresponsal en Bruselas durante cinco años.

En 2008, Johnson accedió a uno de los mayores puestos en la política británica: el de alcalde de Londres, puesto que no solo logró arrebatar al laborismo, sino que pudo revalidar hasta 2016.

Líder del Brexit

El político ambicioso detrás del personaje quedó en evidencia en 2016 cuando decidió apoyar la opción “salir” en el referéndum sobre la pertenencia de Reino Unido a la UE. Johnson –quien antes del referéndum escribió una columna a favor y otra en contra del Brexit– eligió bando por conveniencia política, para reemplazar a Cameron. Por supuesto, no dudó en apoyarse en medias verdades, promesas imposibles y afirmaciones engañosas.

Milagrosamente sobrevivió al escándalo de las partygate en Downing Street pero las falsedades que difundió sobre el conocimiento que tenía acerca de las quejas contra su responsable de disciplina parlamentaria, Chris Pincher, por acoso sexual, acabó con su carrera. Ya no le quedaban más conejos en la chistera.