"Una columna de humo asciende rápidamente. Su centro muestra un terrible color rojo. Todo es pura turbulencia. Los incendios se extienden por todas partes como llamas que surgiesen de un enorme lecho de brasas". Así describe el artillero Bob Caron la explosión en Hiroshima vista desde el avión que ha inaugurado la era atómica. Una única deflagración causa 70.000 muertos en el acto. Era el 6 de agosto de 1945. Tres días más tarde la ciudad de Nagasaki fue aniquilada de idéntica forma. Los brutales ataques sobre ambas ciudades niponas fueron el resultado de uno de los mayores programas secretos científicos de la historia: el proyecto Manhattan. El Departamento de Energía de EEUU, junto a otras instituciones oficiales, ha incluido las instalaciones más significativas del proyecto dentro del Parque Histórico Nacional para promover su conservación y facilitar su acceso al público.

Durante años algunas de las mentes más brillantes y privilegiadas del planeta, entre ellas Premios Nobel de Física, participaron en la investigación y desarrollo del arma atómica de EEUU.

En agosto de 1939 Albert Einstein escribió una carta al presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, en la que le informaba de los avances sobre la fisión de Alemania y le animaba a desarrollar un programa nuclear. “Es concebible -pienso que inevitable- que pueden ser construidas bombas de un nuevo tipo extremadamente poderosas”, afirmaba en la misiva. En el fondo se escondía el miedo de que los nazis pudieran fabricar el arma atómica. Años más tarde, Einstein se arrepentiría de ese acto al comprobar la devastación generada con dichas bombas: “Debería quemarme los dedos con los que escribí aquella primera carta”, reconoció el genio.

En octubre de 1939, el plan para desarrollar armas atómicas ya estaba en marcha. Pero solo a partir de 1941, tras el ataque japonés a Pearl Harbor y la entrada en la Segunda Guerra Mundial de EEUU, el Proyecto Manhattan empezó a obtener los recursos humanos y financieros necesarios para que el programa nuclear se desarrollara con fuerza.

El proyecto, llamado Manhattan porque allí tenía su sede el mando del mismo, contó con una inversión de 2.000 millones de dólares. Al frente del proyecto se colocó en octubre de 1942 el físico Robert Oppenheimer, aunque el responsable militar fue el general Leslie R. Groves. La operación estaría coordinada desde el Laboratorio Nacional de los Álamos (Nuevo México) construido para la ocasión. Entre los más estrechos colaboradores de Oppenheimer se encontraba el premio Nobel de física Enrico Fermi, o Edward Teller, un científico de origen judío que huyó de Alemania tras la llegada de Hitler. En diciembre de 1942, Fermi lograba el primer importante resultado obteniendo la primera reacción en cadena.

dos prototipos Los investigadores trabajaron contemporáneamente a dos distintos prototipos de bomba, una al uranio y otra al plutonio. La primera, llamada Little boy (muchachito), libraba una energía equivalente a 15.000 toneladas de TNT. La bomba lanzada sobre Hiroshima era de este tipo. Fat man (hombre gordo), utilizaba plutonio y conseguía mayor energía, pero su funcionamiento era más complejo. Una Fat man cayó sobre Nagasaki el 9 de agosto de 1945.

El desarrollo del programa no estuvo exento de peligros. Una de las principales incógnitas radicaba en los efectos de tan potente arma. Se llegó a pensar que podría incendiar la atmósfera al provocar una reacción del hidrógeno, lo que retrasó el proyecto. Finalmente, nuevos cálculos descartaron esa opción.

EEUU no era el único país que trataba de desarrollar un arma atómica. El programa Uranio de los nazis también perseguía la fabricación de la bomba nuclear. Groves destinó parte de los recursos del proyecto a recabar información sobre los avances alemanes en el terreno. Varios científicos que trabajaban para el Reich fueron secuestrados.

El día D para Oppenheimer y su equipo llegó el 16 de julio de 1945. Fue la fecha para realizar la primera prueba, denominada Trinity. El lugar escogido fue el desierto Jornada del Muerto, un lugar remoto del Estado de Nuevo México. Mejor nombre imposible. La energía liberada durante la explosión equivalió a 19.000 toneladas de TNT. El equipo del proyecto observó a nueve kilómetros de distancia cómo la densa nube se elevaba hasta componer el característico hongo en el cielo.

El éxito de la prueba permitió el lanzamiento de las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki apenas dos semanas después. En la actualidad, los habitantes de ambas ciudades niponas todavía conviven con los problemas de la radiactividad desatada en aquellos ataques. Mientras tanto, los arsenales de EEUU y Rusia cuentan con miles de cabezas nucleares mucho más potentes que las lanzadas hace 66 años sobre Japón.