verónica Lario, que según dijo llevaba diez años meditando pedir el divorcio, ya no pudo más y estalló. Lo hizo con tanta furia que ni la capacidad proverbial de Silvio Berlusconi para trivializar con lo más trascendente y transformar en un simple pecadillo de machote italiano unos cuernos descomunales pudo contener las consecuencias de la ultrajada mujer, una actriz de cine y de teatro de escaso éxito, que deslumbró a Berlusconi cuando en 1980 representaba en el Teatro Manzoni de Milán, paradojas de la vida, El magnífico cornudo, obra de Fernand Cromelynk.
La cornuda, entonces, fue la anterior esposa de Berlusconi, Carla Elvira Dall"Oglio, con quien siguió conviviendo hasta que Verónica dio a luz a su hija Bárbara, en 1984.
Es decir, que Verónica conocía de sobra el percal. Pero el inicio del fin comenzó el 28 de abril, cuando Lario leyó en La Repubblica que Berlusconi se había acercado al pueblo sureño de Casoria, donde se celebraban los 18 años de Noemi Letizia, una joven rubia que sueña con una carrera televisiva y que, según el diario, habría entregado su álbum fotográfico al primer ministro.
La chica llamaba al primer ministro papi y dijo a los periodistas que lo conocía desde hacía tiempo y que iba a verlo a Milán y a Roma porque "el pobre" no podía visitarla siempre en Nápoles. Berlusconi, además, le llevó como regalo un valioso collar de oro con un brillante.
"No puedo estar con un hombre que frecuenta a las menores de edad", dijo Lario justo cuando en Roma estallaba la polémica sobre la inclusión en las listas para la elecciones europeas del Pueblo de la Libertad (PDL), varias velinas, mujeres del mundo del espectáculo, entre ellas alguna participante en concursos televisivos, en un gesto de desprecio descomunal a los comicios europeos y hacia la clase política en general. Con ese panorama de chiste malo, la intervención de Verónica Lario sonó como un trueno. Dijo que la candidatura de mujeres bellas en las listas del partido era una "desvergüenza" para "diversión del emperador" y ofendía "la credibilidad de todas" las mujeres.
Dos días después, Berlusconi metió el rabo entre las piernas y decidió retirar a la gran mayoría de jóvenes y bellas mujeres que pensaba incluir en las listas de candidatos de su partido. "La señora se ha dejado engañar por los periódicos de la izquierda. Lo siento", dijo como excusa.
Otra mujer se unió a Verónica Lario y la tierna Noemi Letizia para desenmascarar a Silvio Berlusconi, hasta transformar esa imagen de simpático seductor en la de un viejo verde de 72 años, tan real como evidente, que utilizaba su poder y el dinero para atraer a jovencitas. Se trata de Patrizia D"Addario, una prostituta que confesó haber cobrado 2.000 euros por mantener relaciones sexuales con Silvio Berlusconi. Italia y el mundo entero supieron entonces que, además de viejo verde, el primer ministro del orden y la moral era un putero en toda regla.
El diario La Repubblica, y otros medios, tampoco perdieron la oportunidad para hincarle el diente a tan escabroso bocado. Patrizia D"Addario contó, por ejemplo, que una noche rechazó dormir con el primer ministro porque en el dormitorio había otras dos jóvenes prostitutas de lujo y a ella no le gustan "las orgías". El empresario Giampaolo Tarantini, investigado por la Fiscalía de Bari por supuesta inducción a la prostitución, se encargaba de aprovisionar de carne fresca al lujurioso primer ministro.
Pero el escándalo alcanzó su clímax cuando se conocieron las fotos de Berlusconi en su lujoso refugio de Cerdeña, convertido en un nido de alegres y desnudas jovencitas. Il Caveliere montó en cólera negando lo evidente, amenazando con querellas y comprobando cuál era su imagen real. La de un depravado.