A estas alturas, ya no queda conductor que no haya escuchado hablar de las balizas V16 que a partir del 1 de enero serán obligatorias en cada vehículo, en sustitución de los triángulos de emergencia, que dejaron de parecerme una buena idea el día que me quedé tirado de noche en la N-I, en plena curva de Alegia, en dirección a Gasteiz, sin arcén que valga: cuando me dirigía a poner el cacharro 50 metros antes de mi vehículo, pasaron un tráiler y dos coches y se me quitaron las ganas de hacer el tonto. Cagado, me di la vuelta y me encaramé, con peto fosforito y todo, a unos cuatro metros de altura en la ladera del monte, cual cabra montesa, por si a algún camión le daba por llevarse por delante mi sufrido Seat León. Así estuve hasta que llegaron los agentes. Más de quince minutos, con calambres ya. El primero en llegar me dijo: caballero, a usted le veo, lo que no he visto son los triángulos. ¿Sabe que son obligatorios? “Sí, pero no he tenido huevos de ponerlos”, le respondí. Me ahorré la multa. Tampoco es que me convenza el nuevo artilugio luminoso. Supongo que es una ocurrencia más. Cara, eso sí: 78 euros voy a pagar por dos de ellos. Ni Amazon ni hostias, tienda de autorrecambios de toda la vida. Aviso: he tenido que reservar, porque vuelan, y eso que falta mes y medio.