El problema de Ayuso es que no escucha. No escucha a nadie, salvo a su sombra Miguel Ángel Rodríguez, que sí es el que pone la antena mientras sigue cual superviviente moviendo los hilos de la política española desde la barrera, a pesar de que quienes le alzaron al Olimpo político ya hace tiempo que juegan en otra liga. Ayuso no escucha ni falta que le hace… Que dicen Euskadi euskaldun, pues eso, pim, pam,pum. Luego ya se inventará que lo que dijo ella fue otra cosa, como la fruta, mientras sus acólitos le ríen las gracias. Una gracia moralmente deleznable. Que no escucha ya lo demostró en la Conferencia de Presidentes, cuando se levantó precisamente para no oír la intervención del lehendakari porque hablaba en euskera. Bien le hubiera venido ahora ese pinganillo que se negó a usar para no tergiversar, como lo ha hecho, las palabras de Imanol Pradales y convertirlas en supuestas amenazas de los independentistas. Por desgracia, ese ya famoso fragmento de la entrevista que concedió el lunes a Ana Rosa Quintana, quien por cierto tampoco debió escuchar bien a la presidenta de la Comunidad madrileña porque no le corrigió como se le hubiera presupuesto a un periodista que hace los deberes, Ayuso realiza una traducción totalmente torticera para presentarse como víctima. Y los es, pero de la política soez.