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El presidente español Pedro Sánchez nos pide que aguantemos las náuseas, porque la causa lo merece: es por el bien común. Sin duda, estamos ante un nuevo paradigma en el mundo de la política. Las comparativas resultan odiosas, pero hay un hecho innegable, y es que la política española se halla metida en un lodazal que hace tiempo que fagocitó al principal partido de la oposición: un PP incapaz de mostrar la mínima habilidad para, en tiempos de zozobra socialista, tejer y encauzar una alternativa de mínimos sin Alvises de saldo y sucedáneos franquistas.
Alfonso Serrano, el 'número 2' de Isabel Díaz Ayuso, es un buen ejemplo de ese PP. Entiendo a la jefa madrileña, chulapa, pero efectiva para contrarrestar a figuras como Sánchez. Ambos son los putos amos en sus respectivas barracas; pero es gente como Serrano la que muestra las tripas del PP y de verdad puede llevarnos a creer que merece la pena tragar con Pedro y su cortijo.
Esto sucede cuando los valores esenciales se tambalean. Sánchez, el hacedor, una persona a la que no fiaría la custodia de mi hijo ni mientras voy a mear, pero que podría parecer un mal menor. Así de triste. En las próximas elecciones, veremos la factura a pagar, pero en este nuevo paradigma del bien superior, queda abierto el camino hacia el imperio de los iluminados.