Parece ser que sólo fue una canita al aire y me alegro. Este martes, los niños y niñas que acompañan a los jugadores de la Real Sociedad de fútbol cuando saltan al césped volvían a vestir de txuri-urdin ante el Celta. Es lo suyo y es bonito. Envidia me da que no les haya tocado nunca a los míos. Ya desistí hace tiempo de intentarlo.

Hacía fresco esta vez e iban con la chaqueta oficial de la Real por encima, que no es lo mismo, pero es. Y tengo que reconocer que fue un alivio, porque lo que no consigo olvidar es la estampa del derbi de Anoeta ante el Athletic, en el que los pequeños salieron vestidos con una camiseta haciendo propaganda de Uber Eats.

Se libró del agravio el bebé que Brais Méndez llevaba en brazos, probablemente su hija, y alguno más que sí lucía nuestra querida elástica. No soy yo muy folclórico, la verdad, y repito a menudo que voy al campo a ver fútbol, no artistas cantando, spidermans volando o un señor haciendo malabares. Pero los y las dantzaris que amenizaron la previa al partido y compartían ese momento inolvidable no merecían semejante ocurrencia. Tampoco los y las niñas. Al menos, los jugadores del Athletic no tuvieron que pasar por el trago de sacar a pasearlos disfrazados de valla publicitaria. Si hace falta pasta, que me suban la cuota.