Cuando por culpa de un horario deportivo infame uno ha de volar al escribir una crónica con el aliento de la rotativa en la chepa, tiene dos opciones: acordarse de la familia de quien decidió que todo un Irudek Bidasoa-Granollers se jugara un Sábado Santo a las 21:00 horas o acordarse de Iñaki. Él lo tenía que hacer muchos sábados, domingos y días en los que desparramaban el fútbol y el balonmano en horarios infames. Una de esas noches, que faltó a su doble cita, supimos que algo no iba bien. Iñaki se marchó tal día como hoy después de almorzar. En el glorioso abril de su Bidasoa. Segunda Liga el día 9, la Recopa el 19 y la Copa de Europa el 22. Primer equipo vasco en ser campeón de una Champions. Quizá asome hoy al balcón a ver cómo el Bidasoa sale de madrugada a Alemania a por otra proeza más. Y quizá asome Beñardo y recuerden una vez más chascarrillos del viaje a Zagreb. Y aquel mayo en el que Iñaki anunció a Gipuzkoa, gracias al aviso del control de Radio Popular en Donostia, que el Bidasoa era campeón de Liga. Bidasotarras y realistas, todo eso comentarán. Y el partido de la Real en La Cerámica. Donde Iñaki, en su cabina, cantaría La Zarzamora si era mejor correr un tupido velo sobre unos minutos tediosos. Los que hubo y siempre habrá. Con ellos aprendimos que no hay alegría sin aburrimiento. Vida sin muerte. Ni una futura gloria sin el 4-1 de Old Trafford. Ni un Zagreb sin su Augsburgo.