Se ha convertido en un referente para muchas niñas y niños que quieren explorar los confines del universo. Ahora, el afán de descubrir lo traslada a su libro, Órbitas: Apuntes de una vida en continua exploración, donde nos abre la puerta para conocer algunos de los aspectos de su vida.
¿Siente que este libro, además de orbitar por su vida, nos va a hacer también acercarnos a las nuestras propias en busca de recuerdos?
-Me encantaría que así fuera, porque en realidad con Órbitas yo tampoco pretendía contar todas mis anécdotas de vida al público en general. Era más un ejercicio, un poco, no sé si llamarlo egoísta. Yo quería poner por escrito todo lo que había vivido y las reflexiones a las que esos acontecimientos me habían llevado, pero el punto, la tónica, la pondría en eso, en el ejercicio de introspección.
El primer capítulo, La pirata coja, nos recuerda a esa mítica canción de Joaquín Sabina. Esa Sara de la infancia que soñaba con ser investigadora, exploradora..., ¿cómo la vería ahora? Usted le escribe una carta a ella, pero, ¿qué cree que le diría ella a usted?
-Si pudiera verlo, diría: “Qué bien que al final lo conseguimos”, porque de alguna manera pienso que estoy viviendo estas mil vidas con estas oportunidades que se están abriendo ante mí a raíz de haber sido elegida como miembro de la Agencia Espacial Europea. Eso implica muchas cosas. Simplemente la propia formación es tan variada, la gente que conoces, el tipo de eventos en los que tienes que participar, los viajes..., es como vivir mil vidas de golpe. También la parte que mantengo como investigadora, que no deja de ser una aventura en sí. Creo que esa Sara, si supiera cómo sería en el futuro, diría: “Qué bien que conseguimos ese sueño imposible”. Y el sueño imposible, ya no me refiero tanto al de ser astronauta, sino al de ser la pirata coja.
Y al de ser libre, porque una de las aspiraciones que aparece en ese capítulo es precisamente esa. Ojalá más niños y niñas pudieran hacer realidad ese sueño, ¿verdad?
-Sí. De hecho, el leitmotiv que utilizo en esa primera órbita es “de mayor quiero ser...”. Todo va con un poco de ironía y de sarcasmo, obviamente, no es que ninguno de esos en particular fuera mi sueño. La única que es cierta es la última: de mayor quiero ser libre. Esa es la única verdad cien por cien que hay en la órbita uno.
Todos cuando somos pequeños soñamos con ser muchas cosas. ¿Siente que no debemos sentir como algo malo el haber cambiado de opinión, el que la vida nos haya llevado por distintos caminos?
-Sin duda. De hecho, creo que es algo muy positivo. Me parece muy digno y muy legítimo la gente que lo tiene clarísimo desde el inicio y que pone toda la carne en el asador por perseguir eso. Me parece perfectamente válido. Pero creo que lo contrario también, el hecho de poder fantasear con muchas cosas, y que sean las circunstancias de tu vida, cómo vas evolucionando, y que tus prioridades se vayan moldeando en función de tus vivencias, que sea eso lo que determine realmente tus objetivos y lo que quieres ser me parece que es perfectamente válido. Somos seres en constante cambio y para mí el ser capaz de adaptarte a tus circunstancias es un rasgo muy positivo. De hecho, creo que alguien que nunca cambia de opinión, o ha vivido muy poco, o es muy cerrado de mente.

¿Qué siente cuando otras niñas y niños la ven y encuentran en usted un referente, un modelo a seguir? Cada vez en el mundo de las STEM se están viendo más referentes, científicas que están investigando qué ocurre, por ejemplo, con el cerebro de las mujeres en el embarazo, en los ciclos menstruales... ¿Tener estos referentes hace que las niñas sueñen con ser mil cosas aparte de libres?
-Sí. Creo que no era consciente de hasta qué punto eso era importante, hasta que de alguna forma me he convertido en uno y he podido ver a muchas niñas y niños de distintas edades, y ahí es donde realmente soy consciente de que es importante tener ejemplos. Porque cuando eres pequeño no puedes soñar con convertirte en algo que no sabes que existe, y porque esos sesgos o prejuicios que de alguna manera están latentes en nuestra sociedad calan más cuando no te los rompen desde muy temprano. Ver mujeres que se abren paso en todo tipo de disciplinas de una manera completamente normalizada, que cometen errores, que pueden ser vulnerables pero que pueden conseguir grandes cosas me parece que es lo suyo, pero normalizar esto, no ponerlo como algo extraordinario. Lo que es preocupante es que hasta ahora haya habido tan pocos referentes. Ahora se está haciendo esta labor y es crucial, pero es muy importante, y de alguna forma haberme convertido en uno es un orgullo, da un poco de vértigo también porque no deja de ser una responsabilidad, pero yo hablo desde la honestidad más brutal, porque creo que esa es la forma, que tampoco hay que idealizar personajes que no existen. Yo sé que he conseguido algo muy extraordinario, en el sentido literal, pero soy una persona normal que ha tenido una vida normal.
En el libro también nos cuenta cómo todos conocemos sobradamente la NASA, algo menos la ESA. En los ejercicios de entrenamiento, ¿es la mente más importante que el cuerpo?
-Sin duda. El proceso de selección suelen dividirlo en dos partes, cómo se seleccionan candidatos astronautas, y luego cómo a esos candidatos astronautas se les entrena para convertirse en astronautas de facto. En el proceso de selección, en esos 18 meses, realmente me he percatado de que lo que buscan son perfiles psicológicos, porque si lo piensas no tenemos nada que ver a nivel profesional. Cada uno tiene una formación, aunque es verdad que todos nos movemos en el ámbito STEM, pero no se parece en nada un médico a un ingeniero o a un neurocientífico. Y luego, a nivel físico no hay pruebas como tal. Hay pruebas médicas. También es cierto que todos los que hemos sido seleccionados practicábamos deporte. Nos gusta estar en entornos un poco extremos, ponernos a prueba... Pero eso de alguna manera responde a un perfil psicológico.

A la Sara de niña, comentábamos antes, le dedica un capítulo. Resulta preocupante leer que una niña de doce años se preocupe por el qué dirán sobre el cuerpo. Si pudiera mandar un mensaje a los niños y niñas que crecen en una sociedad tan marcada por los cánones de belleza, ¿qué les diría?
-Les diría que no se lo guarden dentro, porque esas inseguridades, complejos y baja autoestima es algo bastante habitual del desarrollo de un adolescente, y nos pasa prácticamente a todos. Compartirlo y ver que no estás solo es una herramienta muy poderosa. Y lo peor, que si no lo compartes y eso se enquista, cuando tú estás en ese momento de plasticidad cerebral, donde estás construyendo a esa persona que vas a ser en el futuro y esas conexiones neuronales no se hacen correctamente, es muy difícil volver atrás, esa herida se va a quedar ahí siempre, y hay ciertos traumas que creo que pueden perdurar, pero adquieres herramientas, ganas confianza... Pero de alguna manera es como que si has sido una niña gordita que ha sufrido bullying, si no lo has tratado siempre serás una niña gordita aunque peses 40 kg. Y eso es un problema. No puedes dejar que perdure porque te vas a autolimitar, a autocensurar. Es importante saber que todos tenemos complejos, pasamos malos ratos, sentimos inseguridad, nos pasa.
Si tuviera que mirar al futuro, ¿qué órbitas le quedan por recorrer?
-Muchas. Tengo tantos proyectos y tan diferentes... Ahora que se ha abierto esta oportunidad, mi sueño es tener una misión espacial centrada en investigación biomédica.