En esa bella tierra que es Asturias, con sus recónditas calas esculpidas en una inmensa costa de más de 400 kilómetros, existen unos valles mineros que tratan de sobrevivir lavando la cara de la actividad que fue uno de sus motores económicos con ecomuseos y trenes turísticos que te adentran en las entrañas de la tierra. Sin embargo, a pesar de la retirada de ayudas a las explotaciones mineras que condenó a una industria casi extinta, hoy todavía emplea en torno a 900 personas en el Principado.

El accidente mortal ocurrido en la mina de Zarréu, en Degaña, nos ha devuelto esas imágenes olvidadas: rostros ennegrecidos con la mirada perdida de quien ha visto en las profundidades del averno la muerta cara a cara. Las creíamos olvidadas, pero cada cierto tiempo emergen para recordarnos que las minas siguen funcionando con la guadaña del temible grisú y los derrumbes sobrevolando.

No, las minas no han desaparecido del todo. La de Degaña estaba en fase de reconocimiento para explorar el posible uso del mineral extraído “de altas prestaciones” para usos industriales como la fabricación de grafito. A finales de año tenía previsto comenzar las extracciones.

En uno de esos valles mineros, hace no tanto tiempo y en un contexto festivo, jóvenes que no han pisado mina alguna cantaban con la pasión de quien sabe lo que se juega la adaptación de la mítica canción de Santa Bárbara bendita con la letra en recuerdo de los 17 mineros muertos en el pozo María Luisa. “Traigo la camisa roxa (...), de sangre d’un compañeru...”.