La actitud individual ante los riesgos que nos rodean en nuestro día a día en todos los ámbitos de nuestra vida, principalmente doméstico, laboral y de ocio, resulta decisiva a la hora de salir indemnes de las trampas que nos acechan en este valle de lágrimas. La fatalidad asoma a la vuelta de la esquina ante cualquier imprudencia, temeridad o ignorancia por nuestra parte. Por eso, desde pequeños nos enseñan en casa la importancia de actuar con prevención, que siempre será la estrategia más eficaz para sortear el destino indeseado. Con parecido afán parental, los dirigentes comunitarios nos previenen ante eventualidades bélicas y catástrofes naturales de las que nos creíamos libres pero que, de la noche a la mañana, asoman amenazantes en el horizonte tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Mientras los estados europeos vuelven a tejer la red de seguridad que nos ha retirado el histórico aliado en la OTAN tirando de los presupuestos públicos, nos sugieren equiparnos con un kit de emergencias para 72 horas de desamparo, el tiempo en el que, habrá que confiar, alguien acudirá en nuestro rescate. Bien, ya tenemos la mochila preparada, ahora nos gustaría saber cuál es el plan que prevenga del uso de las ramas y reduzca el riesgo de catástrofes.