Es considerada una de las vías más peligrosas del mundo, la misma que eligen nueve de cada diez personas que alcanzan el paso fronterizo de Irun. El goteo de migrantes que llega a Canarias a través del Atlántico no cesa. Un total de 46.843 personas utilizaron esta vía el año pasado, según datos de Interior, y 9.757 murieron intentándolo, de acuerdo al recuento que realiza la ONG Caminando Fronteras. En las últimas horas han llegado otros tres cayucos con 214 personas a bordo, todas ellas de origen subsahariano. Esta incierta ruta lleva cobrando relevancia frente a otras alternativas desde 2018, ante la militarización de las vías mediterráneas. Hace falta mucha desesperación para embarcarse en travesías continentales desde Mauritania, Senegal o incluso Gambia. Viajes interminables de más de 932 millas náuticas (1.500 kilómetros) a bordo de precarias embarcaciones en la inmensidad del mar, ante el riesgo de perder el rumbo y enfrentar dificultades meteorológicas. Una situación estructural ante la cual la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) pide establecer vías legales y seguras. Una demanda a la que suma el Gobierno Vasco: “Quienes tienen las políticas migratorias, que las ejerzan y que, de una vez por todas, establezcan un plan integral de política migratoria”, reclaman.