En sus primeros tres meses de mandato, Donald Trump ya se puede anotar el tanto de haber forzado a los países europeos, aliados del suyo en la OTAN, a rearmar sus ejércitos. No da la impresión de que haya necesitado una estrategia muy elaborada para lograrlo. Es el más fuerte y el más osado, y le basta con amenazar. Alemania ya ha roto el tabú constitucional del endeudamiento y sus principales formaciones políticas han alcanzado el acuerdo de dedicar millones de euros al aumento del gasto militar. En España las cosas son distintas. Sánchez ha abierto las puertas de su palacio a los partidos para convencerles de que le apoyen en este objetivo, para el que va a necesitar al PP, que de momento le niega el pan y la sal. Pero pocas dudas puede haber de que el dinero de algún sitio saldrá. El momento exige que Europa se prepare para la eventualidad del combate de una guerra que la gente no alcanza a verla; afortunadamente, habrá que decir, a ver si de tanto hablar de ella nos va a atrapar. Más impacto causa en nuestras vidas el veneno que circula por las autopistas digitales, esas que enriquecen hasta niveles obscenos a los amigos de Trump. Pese a los graves daños que esta causando en la estabilidad de nuestras democracias, no se ve una reacción digna de ese nombre.
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