La idea no es original, ya la manejaron los nazis en 1940. Se le llamó ‘Plan Madagascar’ y consistía en reubicar por la fuerza en la isla africana a la población judía de Europa. Adolf Eichmann, al que el Mossad capturó en su escondite argentino para enjuiciarlo en Israel y ejecutarlo por sus responsabilidades en el genocidio, elaboró un informe sobre el posible desarrollo de un plan que las circunstancias de la guerra impidieron llevarlo a cabo, precipitando la ‘solución final’.
Ironías de la historia, ochenta años después se quiere poner en marcha este mismo proyecto pero cambiando a sus protagonistas, con Israel en el papel de verdugo para servir en bandeja a Trump un territorio arrasado y limpio de palestinos para que pueda dar un pelotazo urbanístico en primera línea de playa mientras sus legítimos ocupantes, más de dos millones menos 43.000 personas, son expulsados a vete a saber dónde.
Es tal la naturalidad e impunidad con la que Trump y Netanyahu hablan de esta idea que hasta suena a broma, pero por si alguien no la oyó con claridad, Trump ha insistido en ella y el ministro de Defensa israelí ha encargado a sus mandos un plan de expulsión. En esta función, a Europa no le alcanza ni para actor secundario, cuando es el responsable original de la tragedia de Oriente Próximo. No se qué ocurrirá, pero lo que nunca podremos decir es que no lo sabíamos.