Ya suenan tambores y barriles. Donostia se prepara para vivir su día más grande, el de su patrón San Sebastián. Y quienes somos donostiarras, y lo digo a mucha honra, vivimos esas 24 horas con gran intensidad. Miramos el pronóstico del tiempo, preparamos las camisetas térmicas y los calcetines gordos, y ¡a la calle!
Y en la calle pasamos horas y horas, siguiendo a las tamborradas como si no hubiera un mañana. Porque eso tiene de maravilloso el día, que es solo un día y hay que disfrutarlo a tope. En muchas casas ya se va preparando el caldo, para que los que pasan a cambiarse o a echar un sueñecito se templen. En otras habrá sopa de ajos, todo un clásico. Pero lo que habrá en muchas, en muchísimas casas, es una plancha enchufada para dar un último retoque al traje de tamborrera o cocinera.
Cada cual como quiera y con quien quiera. Lo que importa es exprimir el día y que quede, como un eco en nuestros cerebros, los sones de la Marcha y del resto de piezas de Raimundo Sarriegi que son la banda sonora de la jornada. También es un día para el recuerdo, para acordarse de quienes ya no están y que tanto gozaban. También es un día para la amistad, para compartir mesa y mantel con quienes apreciamos. Sí, es un día grande, es nuestro día.