Llega el momento de hacer las maletas y despedirnos de unas fechas que, con tanta frecuencia, dejan más huella en nuestra cintura que en nuestros corazones. Gladiadores de la gastronomía. En algo así nos convertimos durante estos días en los que hay quien llega engordar hasta cuatro o cinco kilos, según alerta la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición. Para quien haya perdido peso recientemente, estas fechas son un auténtico calvario, una maldición, porque resulta prácticamente imposible eludir los compromisos sociales que siempre giran en torno a dulces y comida en cantidades industriales. Como si tuvieras a la amona ahí a todas horas, con su mirada sabia, diciéndote: “Hijo, si no te mata, es solo amor con alguna que otra caloría”. Y llega enero, y la báscula, ese cruel y despiadado juez, nos mira con desdén mientras intentamos recordar cómo era eso de comer ensaladas. Y “voy a comer más sano” se convierte en una de las frases más repetidas estos días, mientras el último trozo de roscón de Reyes desaparece en nuestra boca. Como si cada bocado fuera un pequeño acto de rebeldía contra la dieta. No se preocupen los nostálgicos. Siempre habrá un nuevo año, una nueva Navidad para recordar que la vida es corta y un poco de exceso no hace daño. Y en dos semanas la Tamborrada.
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