El año 2024 se va como otro antes, agrandando la terrible fosa en la que se ha convertido el mar. Caminando Fronteras hizo recientemente público un dato que, si no nos revuelve las tripas y nos araña el corazón, es porque no lo tenemos. La organización cifró en 10.457 las vidas perdidas en un intento de escapar del hambre, de la pobreza, del miedo, de las violaciones, las mutilaciones. Los números son solo números, pero cada uno esconde una historia, una existencia truncada. Un espanto. La humanidad está cavando su propia tumba permitiendo que esto ocurra. Es el horror con mayúsculas, nos estamos convirtiendo en monstruos a los que no les pesan estas muertes, como las de los miles de mujeres asesinadas por parejas, exparejas o por regímenes que las consideran menos que nada. Seguimos agrandando nuestra fosa y no nos tiembla el pulso. Me hubiera gustado entrar en 2025 con reflexiones más alegres, con cifras que inviten al optimismo, a la esperanza. No ha podido ser. Mientras el mundo sigue subiendo en temperatura, la humanidad desciende en empatía, en solidaridad. Siempre se puede hacer mejor y, lo que es más peligroso, también peor, aunque parezca difícil. Pese a todo, urte berri on! Que el año nos traiga lo que nos merecemos. Si es así, alguno y alguna ya puede echarse a temblar.
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