Hace ya un par de semanas o tres que un vecino de mi calle encendió las luces navideñas del balcón, que este año son nuevas y más chulas y muchas más que otros años. Están por el techo, por la barandilla y hasta dando vueltas a una tubería, pero todas muy bien colocadas, así entre hortera y elegante, en equilibrio casi perfecto porque para triunfar hay que inclinarse un poquito más por lo hortera que por lo elegante. En mi portal sospechamos que es gallego, de Vigo, pero esto lo tengo sin confirmar. El alcalde de Donostia fue ayer a remolque de mi vecino y encendió ya por fin las suyas y también con novedades: no, no hay luces en las tuberías pero sí en el cielo, que mola más, con un espectáculo de drones en la bahía de La Concha que atrajo a miles de personas y tocó corazoncitos recreando a Olentzero, el Peine del Viento y hasta el escudo de la Real Sociedad. Vale, me temo que los drones han llegado para quedarse y no tardaremos mucho en tener un concurso navideño, como el de los fuegos de Semana Grande comiendo helado, pero con drones y castañas asadas. Aunque ayer hizo tan buen tiempo que ni falta hicieron. La noria ya está de vuelta, las luces que llevan meses colocadas por toda la ciudad ya alumbran y sin querer darnos cuenta estamos en Navidad, aunque falten tres semanas. Menudo recibo, el que le va a llegar a mi vecino.
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