No hay día sin su dosis de información sobre el problema de la vivienda. Informes, documentos y análisis abordan de forma recurrente esta cuestión desde todos los ángulos posibles para concluir que el mercado inmobiliario se ha vuelto imposible para grandes capas de la población, especialmente para los jóvenes, que no tienen forma de emanciparse. Los datos son elocuentes: solo tres de cada diez vascos menores de 35 años han volado del hogar familiar y la edad media para hacerlo se sitúa en 29,8 años. Este es uno de los ángulos más sangrantes del problema, por lo que significa de freno para la vida autónoma de las nuevas generaciones. Otra fuente de preocupación es el mercado del alquiler, disparado en el precio y disminuido en la oferta. La situación amenaza colapso, al punto de que el Banco de España, en un reciente informe, ha pedido los poderes públicos que intervengan. El asunto ha entrado de lleno en las agendas de las instituciones y los partidos políticos, conscientes de que se ha convertido en una de las principales preocupaciones de la ciudadanía. En Gipuzkoa, más de la mitad de la población vive ya en municipios que han solicitado su declaración de zona tensionada. Se habla de ayudas fiscales, de ayudas a la emancipación, de impuestos a los pisos turísticos, de incentivar el mercado del alquiler... El problema del problema de la vivienda es que los avances son de paso lento, hay muchos intereses en juego y las recetas suelen estar ideologizadas. Que no cabe esperar milagros pero sí exigir que todas las administraciones vayan de la mano de forma decidida. Ninguna por sí misma podrá ir muy lejos.
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