Perderse por las entrañas de Zuberoa es sumergirse en un territorio sorprendente, a veces inhóspito, pero de gran belleza y que lucha contra la despoblación gracias a iniciativas locales que mantienen viva su comunidad. Más allá de las pequeñas aglomeraciones que se producen en los lugares más turísticos, como el puente colgante de Holtzarte o la inmensa cueva de La Verna, un territorio esculpido entre montañas en el que viven tantas personas como en Andoain, repartidas en 36 municipios, ofrece un lugar perfecto para perderse, apagar el móvil y disfrutar de la naturaleza. Ríos transparentes y bosques interminables; y una capital que no llega a los 3.000 habitantes, Maule, donde la alpargata es tan símbolo como el león de su escudo o el castillo que vigila desde las alturas y que en un tiempo perteneció al Reino de Navarra para pasar a manos inglesas hasta acabar como monumento histórico. En su prisión vivió sus últimos días Bernard Gohienetxe, conocido como el cura Matalaz, que lideró una revuelta popular contra los excesos de la monarquía francesa y la nobleza, y que Lertxundi inmortalizó en una canción. Sus versos más famosos cobran hoy día vida en algunos muros camino de Atharratze: “Agian egun batez jeikiko dira egiazko xiberutarrak”. Escrito en ese euskera con sus ü características y su marcada sonoridad que no siempre es fácil escuchar en las conversaciones que surgen en los pueblos zuberotarras, pero que se hace más presente en las canciones populares que se cantan en las fiestas y que se pueden disfrutar en ese altavoz para el euskera que es la radio local Xiberoko Botza. Eskerrik hanitx.