Nadie en la calle Planty. Es domingo al mediodía, pero por Kielce solo pasea el invierno y algún visitante que irá al partido de balonmano. El número 7 de esta calle forma parte de la historia de Europa: si en la corrala de Cracovia de La Lista de Schindler que visitan cientos de turistas todos los días nunca pasó nada, en la calle Planty más de 40 judíos fueron asesinados. Unos 200 supervivientes de los campos de concentración volvieron a Kielce. La mayoría fueron recluidos en este bloque. Un niño de 9 años que estuvo desaparecido varios días culpó a unos desconocidos que vivían en ese edificio de dos pisos y bajo donde, decían, escondían cadáveres de niños. La Policía alimentó estos rumores. Una masa rodeó la casa el 4 de julio. Cuando los refuerzos de seguridad enviados a la ciudad controlaron la situación, la masa siguió a los judíos heridos al hospital: los médicos se negaron a entregarlos. En 1998, aquel niño rompió su silencio 47 muertos y 52 años después: esos días estaba en una aldea cercana. Su padre y el servicio secreto le ordenaron silencio. Hoy algunos municipios de Reino Unido arden y Trump (“amo la población negra”) dice que Harris “se volvió negra”. Una buena noticia: la realidad importa. Como en 1946. Si no lo hiciera, quien busca poder no se molestaría en retorcerla.