Las mudanzas, aunque sean transitorias, además de poner patas arriba nuestro día a día, nos permiten rescatar objetos y recuerdos que escondemos en algún sitio por redescubrir. En este caso, un reproductor de CD y casette acompañado de las correspondientes cintas en las que los jóvenes de los 90, la década feliz en la que convertimos los bares en templos de la socialización, acostumbrábamos a grabar todo tipo de música variada. Como cada capa de roca del Flysch da señales de lo que aconteció en determinada era de la historia de la Tierra, estos objetos guardados apuntan momentos de nuestra vida. Y sin duda, debí tener un periodo nostálgico que ahora no recuerdo con exactitud y que se refleja en 79 minutos de grabación: un recopilatorio de canciones grabadas una detrás de otra que me brindó antes de ayer un momento zen y reconfortante al son de: Mar antiguo (El Último de la Fila), Loretxoa (Benito Lertxundi), La chispa adecuada (Héroes del Silencio), Peor para el sol (Joaquín Sabina), Aire (Mecano), Piensa en mí (Luz Casal) y Loose Change (Bruce Springsteen), además de alguna otra pastelada que no estoy dispuesto a confesar aquí. Como dice una de estas canciones: “Aguas tranquilas en las que fondear” cuando uno lo necesita. Música que perdura.